Torreón Letargo (Archivo V)

Jace, parece incómodo. Comprensible, se cruza por un nuevo mundo con varios extraterrestres a excepción de Devoss, lo llevan a un lugar seguro y ahora le acosamos con conversaciones y presentaciones. Yo en su lugar, me habría largado de la habitación con cualquier excusa para no permanecer en esa situación. >> Y. ¿A carraspeado?.<<
-Lo suponía- chasqueo con desgana, pero no hacia el humano, sino hacia todo lo que me rodea- los que nos trajeron han cortado nuestros vínculos con nuestros mundos, por parte del lenguaje y de comunicación.- añado sin más, sin explayarme en una respuesta decente, ni siquiera contesto a la pregunta de Irianna sobre la electricidad. Solo comento un:
-No te preocupes, yo aún sigo sin entender el brillo de tu piel.- digo, intentando empatizar un poco, sin saber, si es más bien, por conveniencia, o la necesidad propia de hablar con alguien.

Los siguientes minutos fueron mi confusos, todos hablando, dando su opinión de la electricidad. >>Una vez más el comportamiento de Roaxen es detestable, y completamente infantil. Debe de tener un problema. ¿No puede estar más de cinco minutos sin fantasmear de su supuesta superioridad, y de su mundo?. No quiero ni imaginarme la posibilidad de un nuevo episodio de Roaxen fuera del torreón. Prefiero no preguntar.<<.
Espero la respuesta inmediata de Devoss, pero como Sigrún hace una pregunta similar a la mía, decido esperar, puesto que el interés es el mismo.
Decido encargarme a la petición de la idrina Irianna, puesto que no tengo nada mejor que hacer, y todos pasan del tema.
-Ya me encargo yo.- me limito a decir al pasar por su lado, en tono normal.
Lo siguiente si que es divertido, y por más que quiera, no puedo reprimir una pequeña sonrisa a la respuesta de Irianna. Brillante. Acaba de ser brillante, le ha bastado dos frases para humillarle en cierto modo. Lo merecía. No puede ir por ahí dejando como primitivos a otras razas, sea cierto o no, y más con individuos de tales presentes, y con solo un día y poco de convivencia: >>¿Pero qué clase de razonamiento es ese?. ¿No se supone que el realista Roaxen tiene educación.? Se le debió de caer en la brecha de huesos, por mí que vaya a buscarlo, de cabeza...<< . >>Demasiado Satánica, sí.<<
Preparo la mesa con habilidad, era mi tarea principal cuando aún vivía mi madre, después de su muerte Imre y yo comíamos por separado, y a deshoras. Cuidadosamente coloco los utensilios de forma ordenada por la mesa, con el mismo ángulo de inclinación en cada uno de ellos, quedando rectos. >>Perfecto, bien, sirves para algo...<<.
Le envío una mirada con aprobación a la plateada cocinera, que intenta disimular sus palabras, tejiéndolas de naturalidad. >>A mí no me engaña, sé cuando la gente dice lo que piensa con desprecio, y, obviamente, cuando no.<<. Aunque realmente la chica, no lo ha hecho con intención ofensiva, ni mucho menos. Pero lo ha lanzado. >>Eso es bueno, quizás no sea la única que siente repugnancia hacia ese ser, o quizás me precipite.<<

Retiro mi asiento de la mesa y me siento en él, con las piernas cruzadas sobre la silla. Una cucharada tras otra voy dejando el plato completamente vacío. Lo lavo y lo dejo en su lugar correctamente, y es solo aquí cuando me percato de la presencia un nuevo desconocido. >>Aunque, todavía, todos son desconocidos.<<.
Presenta un plumaje marrón, descolorido y sucio, un pico menudo pero de aspecto potente, aunque algo dañado. Su aspecto es deprimente, llego a sentir angustia y compasión, por lo que me acerco, a indicarle la bañera, para que se asee, para que haga lo que le plazca, cualquier cosa menos ese aspecto. >>Ya no por él, sino por mí, no puedo ver a alguien así, no lo soporto, habiendo comida, debería de reponerse en un tiempo. Si seguimos vivos por entonces, el ave estará un poco más sano y saludable. Y yo, me alegraré, lo sé.<<.
Con inseguridad me acerco haciéndome notar al mover ruidosamente la silla en la que me deposito, un asiento a su lado.
-Yo...soy Ruth. Verás, la ducha y eso... están en esta planta, allí.- señalo con el dedo.- por si quisieras limpiarte o algo.- no quiero darle a entender que está sucio, y que me molesta, porque no es básicamente eso, es solo que no aguanto esa...¿Pobreza.? >>Lo dice la ricachona del barrio, mira por donde he salido.<<. Ver la capa de amargura y muerte que le abraza me recuerda a mis años de infancia, donde el sueldo de los vecinos, era el mantenimiento de la vida una mujer, y dos niñas. Así que con tono más persuasivo y amable también digo algo de más- y las habitaciones están arriba, por si te apetece descansar.

>>Hecho. Amable, y limitándote a lo necesario, pero con un toque amistoso.<<.

Roaxen Tenvrai

Una ceja se alzaba con sorpresa a la vez que una comisura de la boca el ulterano se torció en una apática sonrisa. Intentando hacerla pasar por una simpática y sincera el ulterano cambió su tono de voz y mirada a una más amigable, pero habia ciertos rasgos en sus movimientos y expresiones que ante un ojo aguzado podria delatar su verdadera opinión.
-Oh... siento que he sido malinterpretado enormemente con mis palabras de honestidad demasiado cruda para los oyentes...-se apresuró a decir esbozando la sonrisa cada vez más torva. No pensaba disculparse aquella vez, sin embargo, ante el comentario de Irianna de tan siquiera creer que Ulterania era "primitiva" en algún respecto. Aquello solo conllevó bufidos en el psique del capellán.
-Dejadme que os explique. Cuando me refiero a "más atrasados de lo que cabia esperar" es en base a nuestro conocimiento de otras especies y de sus tratos. Todas hasta ahora, han intentado imitar la apariencia de personas, alterando ciertas facetas y rasgos. Pero nunca habia visto semejante diversidad en un solo lugar.-

Cogito Ergo Sum escribió:♚ De tan solo pensarlo me entran ganas de vomitar.

-Con ello quiero decir, que para los nuestros, nos es dificil imaginar una cultura o fisionomia diferentes debido a todo lo que sabemos y nos educamos en especies Xenoides. Por ello, no es de extrañar que las diferencias entre nuestras especies me resulten como minimo chocantes. Y, quizás por ello, habeis llegado a malinterpretar mis palabras. Cuando hablaba de vuestra tecnologia, no me referia a ello sino como a diferente, al igual que vuestras cabelleras vestigiales o... vuestros bizarros dientes rectos o... vuestro fascinante hábito de deglucir frutos tóxicos.-

Cogito Ergo Sum escribió:♚ Si, eso último fue especialmente decepcionante. Cuando los ví en la cesta, pensé que algún idiota intentaria comerselos. Imaginate que sorpresa al descubrir que podeis digerirlos. ¿Qué más podrán? ¿Caucho? ¿Petroleo? ¿Uranio? Tan fascinante como asqueroso...

Apoyó una mano en la cadera y terminó por esbozar una sonrisa completa.
-No es dificil de imaginar por lo tanto, porque parece que hasta nuestras maneras de comprender y evaluar la realidad sean tan distantes la una de la otra.-

Cogito Ergo Sum escribió:♚ Miralos. Ni siquiera quieren escuchar. Ya se apuran a contratacar con sus patéticos razonamientos de ingenuidad y fantasmagoria surrealista. Cuando estén llorando sobre un charco de su propia sangre entonces comprenderán mis palabras y mi "crueldad"...

El resto del grupo no puso reparos a la hora de incluir a otro más en el lote de nuevos reclutas, y una vez se pusieron de acuerdo decidieron dar por finalizada la expedición para volver cuanto antes al torreón. Fue Vorela la que les abrió la puerta, pero el resto de los que se habían quedado cuidando el fuerte no tardó en aparecer para conocer a Jace y al pájaro sin nombre, por lo que en unos instantes el lugar estuvo demasiado concurrido para los nervios del intara.

Sekk huyó del jaleo hacia las mazmorras, donde guardó sus armas y se tomó unos minutos para despejarse. Aún tenía problemas de equilibrio al no estar acostumbrado a la tierra firme, y de vez en cuando le venía algún mareo que le dejaba una molesta y prolongada  jaqueca. Notaba el inicio de una nueva, pero no podía quedarse allí abajo, así que respiró hondo y regresó con los demás. Quería hacer algo para tener las manos ocupadas, pero la mesa ya estaba puesta, así que se limitó a sentarse para empezar a comer en silencio. Había llegado justo a tiempo para escuchar la respuesta que Irianna le dirigió a Roaxen, y por el contenido de la misma pudo imaginarse los inicios de la conversación general. La contestación del xolnita no tardó en llegar, y los ojos del rubio rodaron de forma imperceptible.

Daba la impresión de que hacer amigos no era uno de los numerosos talentos del capellán, pero no estaba en manos del intara hacerle entrar en razón. <<Sería mucho más sencillo partir una roca con una cucharilla>>, pensó con la mirada perdida. Disfrutó bastante de la comida, pues el picante no le dasagradaba, y en cuanto terminó su plato y lo hubo recogido fue en busca de la krabeliense para agradecerselo. La encontró en el patio, atendiendo el huerto que ella misma había adecentado.
—Oye Kimbra —la llamó, advirtiéndole de su presencia mientras se acercaba para no sobresaltarla—, quería darte las gracias por la comida. Estaba muy rica —le aclaró, no muy seguro de que añadir. De repente se sentía algo estúpido—. ¿Necesitas ayuda con algo? —preguntó de repente—, puedo echarte una mano con lo que sea...

Al final Varsai fue de poca ayuda, la comida ya estaba hecha y Ruth se había encargado de poner los platos. La niña también se preguntaba por el extraño objeto del que parecía ser humano, por lo que ella sabía era imposible que un motor cupiese en el interior de aquello, la explicación de Roaxen no fue de mucha ayuda, la niña no era capaz de imaginarse eso que él llamaba batería así que dejó el tema correr y no se preocupó por otra cosa más que por comer.

<<Pica...>> fue su pensamiento después de comer dos cucharadas. A Varsai no le gustaba la comida picante, precisamente porque picaba y para su gusto la comida tenía muchas especias, pero como sabía que era la única comida que tenían y que no se podía desaprovechar se lo comió sin protestar. Cada dos o tres cucharadas tenía que pararse a beber agua, así fue como terminó con el estómago más lleno de agua que de comida.

Cuando terminó recogió su plato y lo limpió, después de eso buscó su cuaderno de dibujo y se acercó a Irianna con timidez. Le tiró un poco de la manga para llamar su atención y a continuación le enseñó el nuevo dibujo que estaba haciendo.

"El edificio se ve desde la azotea, y parece en mejores condiciones que muchos de los que hemos visto. No está muy lejos, por eso he pensado que igual querríais ir a examinarlo en la próxima salida."

Varsai acompañó la sugerencia de una sonrisa hacia la idrina.

Casi se arrepintió de la verborrea que provocó en Roaxen su respuesta. Solo casi, ya que el ulterano realmente merecía que lo bajasen de la nube en la que parecía vivir constantemente de vez en cuando y la idrina pudo percibir la aprobación de la mayoría de los presentes ante su comentario, algunos más obvios que otros al respecto. Suspiró para sus adentros; en el pomposo discurso del capellán había más ofensas teñidas de pedantería como recurso para camuflarlas entre el resto de palabras innecesarias desde la mismísima primera frase. Lo único que la idrina había sacado verdaderamente en claro de todo aquello era que el xolnita sugería que la sociedad ulterana era cerrada de mente y poco imaginativa, además de probablemente xenófoba. <<Cabelleras vestigiales>> repitió con desdén en su mente para asegurarse de que sonaba a lo que le había parecido en un principio. No obstante, la chica tenía una sospecha bastante fundada de que se trataba especialmente de una opinión personal del pelimorado y la prueba era la forma de comportarse de Sekkeh, completamente diferente a la de su congénere. Era cierto que todavía no se conocían prácticamente y que el intara no había participado demasiado activamente en las conversaciones, pero especialmente para la lacustre las diferencias eran obvias.
—En ese caso, Roaxen Tenvrai, te aconsejo que leas más ficción. Puede que te abra la mente al respecto.
En esa ocasión, aunque continuaba siendo neutro, su tono estaba ligeramente teñido por la irritación que sentía, tratando de contenerla también en su expresión y en sus gestos aunque tampoco se preocupó demasiado de la mueca que contrajo su rostro durante un instante.


Suavizó su expresión para dirigirse a Varsai cuando esta le tironeó de una manga y observó con interés su dibujo para después leer el mensaje que la varmana quería transmitir, volviendo a examinar el papel una vez hubo terminado.
—Parece un edificio importante, desde luego… ¿Puedo? —Inquirió a la balera mientras gestualizaba con las manos y la cabeza una petición de permiso para mostrárselo al resto—. Varsai ha visto este edificio desde la azotea y sugiere que vayamos a visitarlo la próxima vez. Podría ser nuestra primera salida de exploración una vez nos hayamos preparado un poco. Esta mañana se sugirió que los que tienen conocimientos en el uso de armas enseñen a los demás en la medida de lo posible. —Se dirigió entonces a los recién llegados, dándose cuenta de que les faltaba información en lo que se discutía—. No sé cómo os habrá ido a vosotros hasta ahora, pero nosotros ya nos hemos encontrado con más de un peligro. Lo cual me recuerda… ¿Dónde estabais cuando os trajeron aquí? Dos personas del grupo del que nos separamos y yo comprobamos las celdas contiguas antes de salir de aquel edificio…

La pregunta seguía sin respuesta tras habérsela formulado por primera vez en el exterior al ave, pero ahora además también estaba Jace. Era también una invitación a que el pájaro se presentase por fin y la idrina además quería saber qué posibles problemas se habían podido encontrar los rezagados para estar prevenidos. Mientras esperaba su respuesta, Irianna observó de reojo el patio, en el que se encontraban Sekkeh y Kimbra. Al ver a esta última se dio cuenta de la poca atención que le había prestado a la comida preparada por la krabelinense hasta ese instante, su mente demasiado ocupada con la indignación, a pesar de que sin duda el sabor no era algo común. Tenía un toque picante pero no tanto como para que resultase desagradable y el olor que desprendía inundaba las fosas nasales con facilidad, aunque tampoco llegaba a resultar abrumador. Después tendría que comunicarle a la hija de lunas la opinión favorable que le merecía lo que había preparado.

Lo que me dice me alegra enormemente, ha dicho que me parezco a los futbolistas de mi país, para otra persona eso le importaría bien poco, pero para un aficionado al fútbol como yo...Así que asiento con la cabeza con una sonrisa.

Después se presenta una duda más difícil de solucionar, los demás estaban preguntando cosas sobre el móvil, si funcionaba y todas esas cosas. Es normal que no funcione el móvil, Dios sabe a cuantos años luz estaremos de nuestros respectivos planetas. Pero claro, el Don Imbécil ulterano ( Roaxen) tuvo que hablar dándoselas de listo, para luego terminar diciendo que los humanos e idrinos estamos atrasados tecnológicamente. ¿Además a que viene eso con el móvil? Irianna replica. Bien.

Vale, sé que me dije no dirigirle la palabra a ese, pero esto ya es intolerable.¿ Que se ha creído? La rabia crece contra más pienso en lo que acaba de decir. Pero debo mostrarme frío, al menos para hablarle a él.- Te diré algo Roaxen : no puedes juzgar a dos mundos enteros así como así cuando posiblemente no los hayas visitado, y otra cosa, si hablamos de primitivos debo recordarte que esta mañana no has querido ayudarle( digo señalando al pájaro)-. Luego dirigiéndome a Sigrún digo: - Ya ves como ha ido-. Cada vez Roaxen me cae peor, su comportamiento lo veo tanto irritante y malvado como egoísta y calculador.

Me dispongo a esperar su respuesta o a que pase de mi como la vez pasada, haga lo que haga seguro que me ha escuchado.

Había muchos seres extraños, demasiados, a su alrededor.
De un momento a otro, Ziack había acabado rodeado por esas criaturas similares a los enderth pero sin plumas ni pico, y con otro color. Eran diferentes entre sí, pero Ziack no sabría asegurar si se trataba de diferencias comunes entre individuos de una especie, o se trataba de ejemplares distintos, como era su caso. Una cosa estaba clara: no eran criaturas de Dryfus.

En cualquier caso, lo más importante había pasado a ser la comida que tenía ante sí. Había sido imposible atender a lo que decían mientras por fin se llevaba a la boca algo de sustancia, y después de tanto tiempo, le supo mejor de lo que recordaba haberle sabido nunca nada. Daba igual que fuera.
El hecho de haber sido alimentado le daba algo más de confianza en el grupo. Si le otorgaban comida, no deberían pretender hacerle daño, si bien sabía que alguno de los individuos, como el tal Roaxen, no era de fiar. Irianna, en cambio, desprendía un aire apacible, y precisamente ella le había preguntado dónde había estado. La miró de reojo hasta que terminó su plato, y luego, satisfecho por primera vez en semanas, reunió las energías para hablar:
-Estuve en... celdas... bajé unas escaleras... Allí había más celdas, pero estaban vacías... al menos lo que vi de reojo.
Un escalofrío le envolvió de repente,comenzó a temblar y recordó otro de sus problemas principales allí:
-Aquí hace... frío.

El cerebro de Jace desconectó de la charla de Roaxen casi en seguida. Tenía hambre, y no era lo que se dice el lumbreras de la ciudad. Las dotes del ulterano para hablar con un vocabulario extenso, digno de las charlas de políticos que salen en la televisión conseguía confundirle.
Además, estaba el tema de la comida.
Se sirvió y se sentó en silencio, algo sorprendente viniendo de él. No dijo absolutamente nada mientras devoraba su plato, sin percatarse en lo hambriento que estaba hasta que dio el primer bocado. Los siguientes fueron tan seguidos que casi se atraganta varias veces, pero le daba igual. La comida era tal y como le gustaba a él, picante. Le recordaba a lo que solía pedir en los restaurantes de comida india a los que iba con su novia...
Tosió por el recuerdo, golpeándose el pecho de forma seca. Mentiría si decía que no había pensado en lo que pasaría con ella, pero era más fácil hacer como que no.
Gracias al cielo, la pregunta formulada por Irianna le ayudó a no pensar en ello.

Miró al pájaro que había llegado nuevo como él. Aún le daba mal rollo pensar que la criatura podía hablar, pero tras haber visto al dragoncito y a la chica medio gato, ¡demonios, porqué no! Lo único que le faltaba era un ser medio planta que fuera inteligente. ¿Habría algo así?

—Lo mismo digo. Recuerdo haber estado borracho, y luego despertarme en una celda con una jaqueca de la hostia. El lugar estaba desierto, pero no me paré demasiado tiempo a mirar.—le dio vueltas a su plato, distraído.—Tras eso me fui a una fuente cercana, pasé por un barrio vacío de gente gritando y por una especie de... cañón gigante con gusanos en el fondo.

Se levantó para dejar su plato, notablemente incómodo. Era normal que les hicieran preguntas, pero le frustraba bastante no poder responder en condiciones a estas.

—Por cierto, la comida estaba genial. ¿Quién es el chef para qué le dé la enhorabuena? —apoyó el peso en una pierna, sonriendo. No era exactamente para romper el hielo, pero sí una buena forma de liberarse de su propia tensión.

Rasqa había asistido en silencio a la llegada de dos nuevos animales inteligentes al grupo. Escuchar era su punto fuerte y satisfacer su curiosidad casi un regalo, por lo que apenas gastó saliva para presentarse y poco más. Una vez llegaron al torreón hizo más de lo mismo, tras acurrucarse en lo alto del respaldo de un sofá. Cuando los bípedos se pusieron pesados hablando de sus conociencias y tecnologios, sin embargo, el parqio creyó más interesante cerrar los ojos y dejar que el tiempo pasara en duermevela hasta la hora de comer.

Mientras el resto ponía la mesa, Rasqa simplemente subió de un salto a la encimera de la cocina y robó de una de las cestas un filete de carne fresca. La lanzó al suelo y se tumbó junto a ella para deglutirlo con tranquilidad. De nuevo, se dedicó casi exclusivamente a escuchar, hasta que se dio cuenta de que entre las charlas quedaba un asunto pendiente mucho más entretenido que saber quién (o qué) era un chef.

—Ey —alzó su ojalá no tan aguda voz, para llamarles la atención—. ¿Entonces qué vamos a hacer con el edificio ese? ¿Vamos a ir? —<<Quiero ir>>—. A lo mejor encontramos algo interesante. O más de los vuestros. —<<O a alguien como yo>>.

El dragoncillo dio un bocado al filete mientras esperaba respuestas y tiró con fuerza hasta que sus colmillos rasgaron la carne. El sabor era tan aburrido que le desagradaba, pero era la única carne que tenía a mano y no estaba dispuesto a probar ninguna otra cosa de las cestas. <<Ya cazaré a uno de esos murciélogos quemados, cuando sepa cómo, y me daré un festín>> se dijo para comer con un pelín más de ilusión.

Roaxen Tenvrai

Cogito Ergo Sum escribió:♚ ¿Para qué quiero leer ficción cuando llevo estos últimos días viviendo una pesadilla sacada de la depravada mente fantasiosa de algún escritor de pacotilla?

El ulterano esbozó una mueca de complacencia ante las palabras de la idrina. No iba a contestar lo que tenia en mente o solo causaria más hostilidad innecesaria. No le importaba enemistarse con aquellos intelectos de bestias inferiores, pero si queria sobrevivir en una situación de emergencia, debia tener a su disposición la credibilidad suficiente como para comandarles como proceder.

-No tomaré parte en este... almuerzo.-informó, sin dar explicación mientras se preparaba la mesa. Se giró en redondo y tomó las escaleras hasta el despacho, no, SU despacho.

Una vez llegó, depositó la ballesta en un lado de la mesa, apuntando a la puerta, y, sentandose en el sillón, sacó las piezas de su casco y comenzó a seguir desmontando. Intentaba encontrar más piezas útiles o si acaso, desmontar la pieza craneal para crear una cofia defensiva. Dudaba que no serian muchas las ocasiones en que pudiera llegar a defenderle algo así, pero tenia esperanza de que así fuera. Se concentró lo suficiente en su tarea de montar y desmontar para volver a montar (con la ayuda de un pequeño cuchillo y un estilete) que habian pasado horas desde que subió. El estómago le rugió hambriento entonces e hizo lo que pudo por ignorar el hambre.
De un bolsillo sacó la fotografía. Se quedó mirandola un rato antes de ya no poder ignorar el hambre que sentia entonces. En ulterania, haria dos semanas, cuando no habia entrado en campaña, el ulterano gozaba de la totalidad de nueve almuerzos al día, pequeños en cantidad, pero abundantes. Un ejercito de chefs para preparar la comida y más sirvientes (de carne y hueso además de drones) para tener todas las comodidades que podria llegar a requerir. Pero en aquel momento, eso parecia muy lejano.

Guardó la fotografia y con desgana cogió la ballesta, saliendo del cuarto una vez más, cerrando la puertra tras de sí. Bajó por las escaleras intencionalmente sigiloso, observando el movimiento en el torreón. Una vez llegó a la planta baja pudo comprobar que la cocina estaba desierta y que podria preparase aunque fuera algún alimento improvisado para acabar con la fámina que le asolaba.
Se escurrió por la entrada y se asomó a las cestas. Muchos productos que o bien eran venenosos o bien directamente no eran comida a ojos del ulterano quedaban. Estaba claro que no habia ningún tipo de sensación de compañerismo entre los bárbaricos xenos. Las reservas de materia prima como la carne, huevos y pescado eran las más escasas. Y, aunque tenian para algunos días, nada ni nadie les aseguraba que no dejarian de mandar comida. Si por el fuera, ya la hubieran racionado. Pero de mientras, pensaba aprovecharse al completo del vacio legal que habia entre la anarquica "Ley Xeno" que habia instaurada en aquel refugio. Cogió un pescado de color azulado. Podria estar notablementme más fresco, pero con el hambre, ignoró el hecho de que no era tal.

Sacó los instrumentos que creyó apropiados, una sarten y una pala para remover. Contempló el pescado de nuevo. Consideró la posibilidad de comerlo crudo, ya que su desconocimiento de la cocina se remontaba hasta solo tener idea en base a lo que habia experienciado desde una tercera persona, aunque tenia bastante experiencia (forzosa) en ayudar a preparar platos, sin una buena dirección el ulterano era un desastre en aquel ámbito.

Se remangó la ropa y estiró las manos para coger el pescado. No se acordaba si habia que prepararlo de alguna manera anteriormente a arrojarlo a las llamas. Contempló por si tenia algún pliegue, botón o cremallera de la cual tirar para librarle aunque fuera de las escamas aleta y cola, pero no hubo suerte y parecia que iba a tener que lidiar con todas esas cosas una vez lo cocinase. Se hundió de hombros y suspiró, cansado. De tan solo pensar como de vuelta en Ulterania solo tendria que haber avisado a un sirviente para que se encargara de aquello, le entró una pereza considerable. Encendio el fuego y, cuando estuvo caliente, arrojó el pez a la sarten que enseguida comenzó a sonar, demasiado fuerte para el gusto del capellán, y el olor de la fritura del pescado comenzó a llenarlo todo.

El ulterano se cubrió las fosas nasales con una mano, de ponto invadido por tan fuerte olor. Si bien podia ser bastante novato con la cocina, Roaxen Tenvrai no era un estúpido. Sabia que el procedimiento de la preparación de alimentos requeriria una distrubución equivalente sobre la superficie del utensilio y, guiado por ello, comenzó a girar el pescado poco a poco y, con algo de miedo, sobre la sarten. Ya se podia empezar a aprecia como se iba tostando el exterior. El olor no hizo que ir a más y comenzó a preguntarse si iba a ser posible que nadie se enterase de su pequeña trasgresión de alimentos.

Sin embargo, pronto pareció habituarse tanto al olor como al ruido y, siguiendo la rotación del pez a la brasa, el ulterano consiguió normalizar la situación. Lo giró una vez más y decidió alejarse del fuego. Seguro que su ropa oleria a pescado frito durante más tiempo del que le gustaria, pero el xolnita se encontraba sudando en aquellos momentos, por el esfuerzo y el calor. Se desabotonó los pimeros botones de su casaca y se apoyó en una pared, ventilandose con un aspamiento erratico de su mano.

Cogito Ergo Sum escribió:♚ Y ventiladores... y aire accondicionado... Esas cosas tambien las tendria al alcance de mi mano...

Distraido, sacó de nuevo la foto y se quedó mirandola, ensimismado. Contemplaba las extremidades del feto, los pies y manos, luego pasaba a las facciones de la cara. Ojos nariz y boca. Se esfozaba por discernir más de lo que aquella construcción en 3-D mostraba, pero siempre obtenia los mismos resultados. Normalmente, habria dejado de hacerlo practicamente al instante, pero aquello logró de alguna manera quedarse grabado en su psique y se habia vuelto ya una rutina para él.

No se dió cuenta cuando el aire comenzó a apestar a pescado churruscado, ni cuando el estruendo de la sarten aumentó hasta comenzar a burbujear bajo la superficie del mismo pescado, ya casi ennegrecido del todo. Un fragmento el mismo salió disparado con una pequeña explosión y aterrizó en el carrillo del ensimismado xolnita que soltó una exclamación en alto seguido de que guardó la foto y cogió la ballesta con una mano, apuntando al vacio de la cocina. Fue entonces cuando se percató de que habia sido de su almuerzo.
-¡Por las barbas de...-exclamó, enmudeciendose al instante debido a la caracteristica sigilosa de su presente tarea.

Apartó la sarten del fuego cogida por el mango mientras se tapaba con la otra la nariz y boca. El aire contaminado por el olor del pescado churruscado lo llenaba todo y se escapaba de la cocina para ir por todo el torreón. Aireando como bien podia el ulterano se puso a pensar rápidamente y lo primero que se le ocurrió para solucionar aquella situación fue deshacerse de las pruebas. ¿Pero como? Eso iba a ser un reto mayor.

Kimbra dejó el agua a hervir y comenzó a triturar con un cuchillo algunos desechos que encontró, mientras el resto del grupo comía lo que ella había preparado esa misma mañana. La engendro trabajaba sin pausa y de forma eficaz, y no se dejó distraer por las conversaciones que en la mesa se estaban teniendo, por lo que tuvo terminado el fertilizante pronto, uno básico y algo experimental dado el desconocimiento que tenía de la mayoría de materiales usados, y volvió a salir al huerto.

En aquel momento se encontraba empezando a fertilizar la tierra cuando la llamaron por su nombre. Aunque se había presentado así, no estaba acostumbrada a ese nombre que ella misma había elegido para sí, por lo que tardó un poco en reaccionar. Su interlocutor era Sekkeh, la segunda persona del grupo que le había dirigido la palabra directamente, después de Irianna. Kimbra frunció el ceño cuando el intara le agradeció por la comida, más teniendo en cuenta que ella ni la había calentado ni servido. Aquella costumbre que parecían tener en otros mundos de agradecer el trabajo le desconcertaba. “¿Tendré que agradecerle yo por comer o por dormir?” se preguntó, ya que para ella ambas acciones eran parecidas, pero enseguida lo descarto, ya que no había visto agradecer a ninguno de sus compañeros por realizar esas acciones. Kimbra sentía mucha curiosidad por las reglas de comportamiento que parecían seguir sus compañeros, pero no hizo alusión a ello. Además, el calificativo “rica” se escapaba a su comprensión.

Seguidamente, el ulterano ofreció su ayuda para, supuso Kimbra, aligerar el trabajo que había que hacer en el huerto. La engendro quedó mirando las manos de Sekkeh al oír la última frase ya que no entendió su significado, pero al ver que nada ocurría, volvió a dirigir su mirada a su rostro. Se preguntó por un momento si el ofrecimiento se debía a que no confiaba en sus dotes de agricultora; si era así pretendía informarle de que se encontraba completamente capacitada para cuidar un huerto de esa envergadura en exclusividad, pero ciertamente no parecía que esa fuera la intención de su pregunta.

- ¿Ayuda?- preguntó, como si no comprendiera el concepto. Aunque bien podría decirse que no lo hacía del todo-. ¿Cuentas con conocimientos agrícolas?- preguntó, creyendo haber encontrado la razón final de su ofrecimiento, ya que resultaría lógico que alguien con conocimientos agrícolas quisiera ponerlos en práctica y hacer uso de ellos.

El joven y harapiento pájaro me ignora completamente. Ni siquiera me ha sostenido la mirada o algo, se ha dedicado a sentarse a comer con ansias y ganas. Pero no siento el mínimo sentimiento, es muy comprensible. Aún no sé lo que ha pasado para llegar hasta aquí, tiene  que tener hambre y estará mareado. >>Demasiada presión.<<.
Así que lo dejo pasar, puesto que me doy cuenta de que no me había ignorado, sino que no había escuchado mis palabras. Y por un segundo me apiado de él, evitando mirarle. Pero esa chispa extraña desaparece y vuelvo a aguantar la compostura.

De nuevo Roaxen la pifia con tantas palabras que me enredan. >>¿Que le hemos malinterpretado?. ¿Perdona?. ¿De veras cree eso?. Si ha sido así es por él, por su falta de educación y prepotencia.<<.
Siento que me hierve la sangre. Pero me controlo ante el rostro del pájaro, del cual permanezco a su lado, observando como se alimenta. >>Debe llevar varios días sin probar bocado.<<.
Y de nuevo Devoss le coloca en su sitio, esta vez con calma, pero le ha ajustado las tuercas. >>Como debe ser.<<. También dice algo sobre su no participación alimentaria. >>Como si tuviese que dejar claro paso a paso lo que va hacer, o como si me importase. Bah.<<

Al escuchar el problema del nuevo invitado entro al cuarto de baño y con un crujido consigo abrir el baúl de la ropa. Rebusco alguna prenda que pueda servirle y le complazca. No puede recibir una primera mala impresión, todos sabemos que las primeras impresiones juegan un papel muy importante a la hora de juzgar, y si él va a decidir quedarse o no, tenemos que hacer lo posible para que no salga fuera. >>Cosa que dudo<<.
La prenda escogida es un chaquetón de chico azul marino, con unas mangas muy grandes para que pueda meter sus alas por él. >>Todo ha medida, aquí Ruth, experta en lancería, ¿Dígame?.<<
-Aquí tienes.-le ofrezco, colocando suavemente la ropa a su lado.

Una vez satisfecha con mi cometido, empiezo a intentar atar cabos, mentalmente.
No lo imaginaba, pero tampoco daba su respuesta por una muy remota, él también ha despertado en las mazmorras que nos encerraron, en esas u otras situadas en otro lugar.
Una duda surge en mi mente, incapaz de ser controlada y apresada en mi cabeza. Por lo que me acerco a Irianna y me dispongo a compartirla.
-Puede que...-trago saliva para concienciarme de lo que voy a decir, prosigo acariciándome el pelo-nos manden cada cierto tiempo, es decir, como una rutina, que cada equis días manden a gente como nosotros. ¿Podría se runa posibilidad no?- finalizo amagando una sonrisa. Una sonrisa medio falsa, medio sincera.
Un silencio incómodo me agita. Así que lo rompo yo, sacando un poco de conversación para adornar la timidez.
-Ah y, ese edificio. ¿Queda muy lejos de aquí?.-pregunto estirando el cuello levemente, moviendo los ojos hacia todos los lados y observando la reacción de Ziack, el cual ya se ha presentado.

Kimbra se tomo su tiempo para reaccionar, y en el intervalo silencioso en el que esperó su respuesta, Sekk, ligeramente incómodo, cambió varias veces su peso de una pierna a otra. La pregunta de la krabeliense le dio que pensar, y tras observar dubitativo la tierra arada, esbozó una pequeña sonrisa y procedió a contestar.
—La verdad es que no —respondió—. He pasado toda mi vida en el mar, en la ciudad-barco en la que nací, y aquel no es un sitio adecuado para el cultivo —le explicó, acuclillándose junto al huerto sin invadir el espacio personal de la muchacha—. Mucha agua salada, ya sabes —bromeó, no muy seguro de que Kimbra le estuviera siguiendo—. Lo mío es más bien las pesca.

Durante la comida no se le había pasado por alto que la Hija de las Lunas había estado preparando alguna clase de fertilizante, y aunque sentía curiosidad por saber que le había añadido, prefirió volver al inicio de la conversación.
—Aprendo rápido, de todos modos, y si me dices que he de hacer puedo trabajar contigo para agilizar el proceso —le aclaró—. De donde yo vengo es costumbre trabajar en equipo, ¿no es así en tu tierra? —inquirió, observando a la muchacha con curiosidad.

Las respuestas de Jace y el ave añadieron la información que faltaba para comprender por qué no se habían cruzado con ellos el día anterior. Le preocupó lo que contó el humano acerca de los gritos, pero antes de que pudiese profundizar en ello otros cambiaron de tema y decidió no añadir nada.
—La comida la ha preparado Kimbra —le respondió al norteamericano—. Y yo estoy a favor, Rasqa —le confirmó al reptil que parecía más interesado en la propuesta de Varsai que en el resto de la conversación.

Ruth le llevó al ave una manta cuando este afirmó que tenía frío, mientras que la idrina le había hecho otra sugerencia.
—Si tienes frío puedes acercarte a la cocina, todavía está encendida… A propósito, aún no nos has dicho tu nombre. —Esperó a que el pájaro le respondiese antes de seguir hablando, aunque de todas formas la humana se acercó para explicarle su teoría acerca de por qué no habían visto a los recién llegados hasta ahora—. Creo que es más sencillo que eso, Ruth. Ziack ha dicho que bajó unas escaleras cuando salió de su celda. Estaba bastante oscuro en aquel edificio y tampoco lo exploramos a fondo, no nos hemos debido de dar cuenta de que había otra planta. Claro que lo que tú dices podría ser cierto aun así.

La situación que proponía Ruth no le hacía ninguna gracia. Y ello no tanto por el hecho de que pudiesen engañar a tanta gente, cosa que no estaba dispuesta a admitir fácilmente. Irianna se levantó entonces y comenzó a recoger los platos para lavarlos. Salió al patio en busca de agua para fregar, donde Kimbra y Sekkeh continuaban conversando. Ella quería hablar con la hija de lunas, pero lo haría cuando estuviese libre. De todos modos se dirigió a ella en un momento que vio la oportunidad.
—Perdonad si os interrumpo. La comida estaba muy buena, Kimbra —le dijo a la krabelinense mientras llenaba el barreño con agua del pozo—. Tan solo era eso… Ah, y el ave se presentó por fin, se llama Ziack —añadió antes de continuar su camino de vuelta a la cocina.

La idrina se dedicó a fregar en silencio, absorta en sus pensamientos, mientras decidía qué haría a continuación. La respuesta acudió enseguida a su mente. No llevaba ni dos días sin escribir, pero sentía que ya necesitaba dedicarle un poco de tiempo a su pasión. Así pues, una vez terminó la tarea, la idrina se perdió escaleras arriba y se adentró en el dormitorio para después sacar de uno de los armarios su cuaderno y su pluma. Le hubiese gustado poder escribir en aquel cuarto donde había estado hablando con Kimbra la tarde anterior y que hacía las veces de estudio, pero para su desgracia Roaxen parecía habérselo agenciado. Resoplando molesta, aunque solo internamente, se resignó a escribir sobre su propio regazo, sentándose en la cama que había elegido la noche anterior.

>>La pluma se deslizaba por las hojas tan a menudo como se detenía hasta que de su punta surgía el resultado de una inspiración que no siempre convencía a la mano que la movía. Una fina pero firme línea sentenciaba entonces las palabras desechadas cuyo destino era el mismo que el de aquellas que superaban la primera prueba. Al final todas permanecerían encerradas entre las páginas…

Irianna cerró el cuaderno tras observar una vez más aquellos símbolos que ahora eran el único alfabeto que podía leer. Habían transcurrido horas y la idrina ni siquiera había sido consciente de ello hasta que no se dio cuenta de que la iluminación que se colaba por la ventana había descendido considerablemente en intensidad. Y ello porque había pasado de intentar avanzar con un relato empezado a escribir unas líneas autorreferentes porque no sabía cómo continuar la historia. Por una parte, saberse fuera del alcance de Veril en todos los aspectos era tranquilizador. Pero estaba lejos de poder sentirse relajada en aquel lugar, y la seguridad por el momento era uno de los factores que menos influían en ello.

Un fuerte olor desagradable interrumpió el hilo de sus pensamientos e Irianna frunció el ceño mientras se apresuraba a levantarse y guardar sus útiles de escritura. Se dirigió al pasillo y el olor se intensificó, pudiendo identificar claramente de qué se trataba. Bajó a la cocina a paso apresurado, temiendo que si tardaba un segundo más pudiera producirse una catástrofe en el torreón, pero por suerte no había fuego. La idrina observó desde la distancia con los brazos en jarras el estropicio que había formado el ulterano.
—¿Por qué no pides ayuda si no sabes cocinar? —Le reprendió mientras se acercaba resoplando ligeramente y cubriéndose la nariz con una mano. El humo inundaba la planta baja y comenzaba a hacer lo mismo con sus fosas nasales—. ¿Cómo se ventila este lugar? —Preguntó sin esperar respuesta mientras manoteaba con la mano tratando de dispersar el humo a su alrededor. Se dirigió hacia la puerta del patio y la abrió de par en par, no ocurriéndosele que otra cosa hacer—. Tira con el pescado si no es aprovechable, voy a buscar agua.
Suspirando con resignación, la idrina volvió a llenar el barreño que se empleaba para fregar los platos y regresó a la cocina con él para que el capellán sumergiese la sartén en el agua.
>>Espero que frotar se te dé mejor que freír —comentó sin mirar hacia el xolnita cruzándose de brazos.

Ziack se acercó a la leña que prendía para entrar en calor. En parte se sentía mejor de lo que había estado desde que podía recordar: con la manta nueva y el calor de la leña y el estómago medio lleno. Dos días antes, no hubiera imaginado volver a vivir semejante situación.
Se mantuvo quieto en la zona, mirando el torreón. No podía evitar desconfiar de aquellos que le habían dado de comer. Ya no estaba en Dryfus, y tenía que estar siempre alerta.

La mayoría de las criaturas que se encontraban allí eran unos extraños humanoides carentes de plumas y pico, con pelo de color variado sobre la cabeza y vestidos con ropas por todo el cuerpo, cosa que Ziack agradeció.
Uno de ellos eran especialmente claro. ¿Quizá los "humanos" variaban en el color de piel para atraer a las hembras? El enderth se preguntó si la ausencia de color sería una ventaja reproductiva para el que parecía un macho en su especie, o si los individuos claros serían los desechados.

Luego pudo ver a la que parecía ser una hembra de esa especie. El pelo de dos colores y de un rubio frontal, cuya función no tenía clara.
Un macho que parecía haber desarrollado pinchos en los ropajes, lo cual hizo al enderth plantearse si los humanos nacían con la ropa y esta crecía con ellos.

Otra hembra, también de piel clara, con menos ropas que el resto. ¿Era posible que a medida que los humanos crecían, su piel se fuera oscureciendo y su ropa fuera tapando su cuerpo?

También vio a una extraña humana con hocico y orejas puntiagudas, además de un extraño pelo azul. "Parece que hay distintas razas de humanos. O quizá solo sean cambios relacionados con la edad."

Indudablemente no se trataba de un humano el extraño reptil de aquella sala. Pero Ziack no podía saber si se trataba de un "viajero" como él o de un habitante de ese mundo. "¿Una mascota para los humanos? ¿Una bestia de carga?"


Y luego estaba Irianna. La única de las personas con cuyo nombre se había quedado. Su piel era clara al igual que su pelo, y se diferenciaba de los demás en las extrañas "aletas" que tenía como orejas. De nuevo, ese factor podía tratarse de un diferenciador de razas o de algo más grande.

En cualquier caso, estaba claro que los individuos del torreón no pertenecían a un gremio asignado por su forma de ser o su especie, quizá sí por su posición política.
Pero había asuntos más importantes que atender. Si ellos le habían dado de comer, es que querían algo de él. Probablemente andaban faltos de esclavos, o su propia carne compensaría el alimento que él estaba consumiendo.
"Ahora que ya he comido... debería intentar salir de aquí. No me fío de ellos."

Kimbra conocía el concepto de mar, aunque nunca había visto uno, pero el concepto de barco se le escapaba. “En su mundo, posiblemente, tengan una forma de vivir sobre el agua a la que llaman barco y cultiven plantas acuáticas de alguna manera, llamando a este proceso pesca.” Dedujo la krabelinense, a quien el concepto de pesca también le resultaba desconocido.

El intara siguió ofreciéndose a compartir el trabajo con ella y, a pesar de que Kimbra seguía sin deducir el motivo que le llevaba a querer hacerlo, la engendro procedió a explicarle.

- En Krabelin, al menos en la ciudad Kievek, cada individuo cuenta con un cometido y unas obligaciones determinadas que debe cumplir diariamente. No trabajamos en algo si no hemos sido instruidos para ello. Si tu deseo es aprender los conocimientos que hay que tener para el oficio del cultivo, puedo instruirte en ello, pero has de saber que no conozco las variantes que aseguran un trabajo colectivo óptimo- informó sin salirse de su tono neutral.

Ciertamente, la Hija de Lunas, por su condición de engendro, no había tenido mucha experiencia en el trabajo en grupo, ya que sus congéneres lo evitaban sistemáticamente.

En ese momento, Irianna salió informándole de lo agradable que había resultado la comida como alimento y del nombre del zedim inteligente, para luego volver a entrar en el torreón. Kimbra se preguntó en ese momento si llegaría el día en el que aquellos comportamientos dejaran de resultarle extraños y desconcertantes. En su mundo, si alguien necesitaba su nombre, se lo pedía, si no ni se molestaba en dirigirle la palabra; aquella extraña costumbre de informar a todo el grupo del nombre de uno sin haberlo pedido era confusa. “Presentación, lo llaman.” Se recordó. Además estaba el hecho de informarle de que el estado de la comida había sido favorable, algo innecesario a ojos de la engendro puesto que ella misma había probado esa misma comida y, efectivamente, la había encontrado comestible. “Quizás este comportamiento está relacionado con el de dar las gracias de alguna manera, puesto que ambos se refieren a la comida.” Reflexionó para sí, aunque, como siempre, se guardó sus pensamientos para sí.

Varsai cedió su bloc cuando la idrina se lo pidió, cuando Irianna comentó su propuesta al resto la niña clavó su mirada en el suelo para no cruzar su vista con nadie por vergüenza. Sonrió cuando Rasqa y la propia idrina apoyaron la idea. Viendo que el resto estaban dispersos y que no parecía que se la fuese a requerir para algo Varsai pidió de vuelta su bloc y subió a la azotea a seguir dibujando.

Con su vista y sus manos ocupadas la varmana tenía tiempo para pensar. Pensó sobre los nuevos del torreón, no le parecían mala gente, sólo gente que estaba tan perdida como el resto. Rápidamente llegó a la conclusión de que cuantos más fueran mejor se lo pasaría y así no pensaría tanto en lo que había dejado atrás.

Continuó dibujando y pronto el edificio estaba rodeado de las casas que se veían en la lejanía, el dibujo también les serviría para orientarse cuando fueran, el camino parecía bastante simple pero la niña aún se acordaba de que Rasqa había tenido que guiarlos por un tramo de ciudad y no quería tener que obligar al pequeño lagarto a guiarles si se perdían.