Torreón Maciel (Archivo VII)

-Si, el térmico super es con el que hemos hiperempezado todos. Además se superven los efectos enseguida- corroboró la frivy, buscando algún cuenco o taza para llenarlo de agua y que Eara pudiese hacer el intento.

Le explicó por encima como iba el hechizo, y le fue corrigiendo los fallos de los primeros intentos. Eeara podía leer, así que Twixy's tuvo mucho menos trabajo con ella. Temía que Samika se sintiese incómoda o algo por el intento de la sinhadre de practicar magia, pero al contrario, parecía ilusionada. Lo cierto es que la humana parecía tener una capacidad frivy para recuperarse de los desengaños.

Lo que sabía que no le iba a hacer tanta ilusión, ni a Samika ni a nadie, que les llegó del salón. Tesón podía hacer magia. Aquel pajarraco repugnante y desagradable podía hacer magia y su amiga no. Desvió la atención de Eara para lanzar una mirada furibunda hacia el salón, que evidantemente no le llegaría al roquense, pero igual daba. Hal apareció por allí para rapiñear de las cestas, y por su expresión compartían opinión. Twixy's compartió con él una mirada grave. Estuvo tentada de reprocharle que no hubiese engañado al pajaro con los hechizos, pero tal vez era mucho pedir, no era justo... << Pero esta ciudad no super es justa, ¿por qué megaíbamos a serlo nosotros?>> pensó con amargura.

Sentía un cosquilleo de nerviosismo en el pecho cuando Twix e incluso Samika se dispusieron a ayudarla y aconsejarla. Ver el libro le hacía pensar que debía ser bastante complicado, pero atendió a las explicaciones y se dejó corregir al intentar por primera vez con torpes movimientos los gestos que requería el hechizo. Agradecía de palabra cada intervención porque se dio cuenta enseguida de cuántos intentos nulos le había ahorrado la frivy con sus consejos.

Estaba tan concentrada que las celebraciones de Tesón le provocaron un sobresalto. Se giró hacia los que estaban en el salón, mirándolos sorprendida, porque no esperaba aquella salida por parte del roquense, y mucho menos el torpe abrazo. No pensó demasiado al respecto, pero en el fondo y sin querer admitirlo en voz alta, no sabía qué podía esperar del roquense teniendo poder. Sus ideas extremas e incoherentes iban más allá de simplemente resultar incómodas.

Para cuando se calmó todo, Eara por fin lo intentó por primera vez. Se dio cuenta ella misma de los errores que había cometido, pero la escena del salón había hecho volar su concentración. Lo intentó de nuevo, y luego una vez más tras un último consejo. En esa ocasión, sintió algo que la dejó muda. Confundida por el flujo de la magia todo lo que sintió era caótico. Podía ver las volutas de vapor que salían del agua y, al tocar el cuenco, lo encontró caliente.
—¡Lo he hecho! —Exclamó. Era raro escucharla alzar la voz porque no le gustaba lo aguda que sonaba cuando lo hacía. Cuando volvió a hablar había recuperado su tono normal, aun siendo evidente que seguía excitada—. No me lo puedo creer.

Miró a Twix, luego a Samika y, por último y de reojo, a Hal. Después la euforia dio paso al descubrimiento de que los hechizos se pagaban. Sentía como si parte de su vitalidad se le hubiera escurrido entre los dedos, como cuando apretaba el paso al volver del bosque pero sin caminata alguna.
—¿Es normal que… que agote? —preguntó, preocupada.

A pesar de saber realizar el hechizo que Twixy's intentaba enseñarle a Eara, a nivel teórico claro, Samika presto atención igualmente curiosa por si la peli rosada tendría suerte también y la magia tomaría forma con ella. Que ella no la poseyera no significaba que envidiara o deseara que sus compañeros no la tuviesen también, dentro de la desilusión sentida era practica al respecto. La magia podía ayudarles mucho y fuese quien fuese quien pudiera realizarla sería un bien para el grupo.
 
Escuchar el jubilo de Tesón le sentó como una patada en el estomago. Que él entre todos poseyera magia le parecía una autentica ironía, pero por sobretodo injusto. Era quien más se había burlado de aquella magia hereje según él, quien menos la había querido, quien mas había atacado a Hal cuando hablaban de las posibilidades de hacerla. Que la tuviera no le parecía tampoco positivo, no con su actitud y su forma de tratar a la gente. Es sus manos la magia podía dar problemas, y Samika esperaba que eso solo fuesen prejuicios provocados por su molestia hacia él y no algo real. Y pesar de todo eso que Tesón pudiera hacer esa magia 'escrita hereje' le parecía una mala broma, porque eso nada tenía que ver con la Voz que siempre mencionaba. Ver llegar a Hal y entrar en su campo visual le confirmó la sospecha de que nadie parecía especialmente feliz por el descubrimiento de Tesón.
 
- La Voz según él era algo era algo transmitido oralmente y esto está escrito, escritura que según el también es herejía. ¿No le transformaría eso también en un hereje por poder realizarla? -pregunto Samika con una ceja alzada hablando en un tono normal perfectamente audible en el salón, confundida por las conclusiones del ave sobre ser elegido por la Voz. Pero no le dio más importancia que aquello, prefiriendo volver su atención en algo más importante, como era el resultado de Eara. 

Verla hacer magia quito parte del regusto amargo que le había creado saber que el pollo también la tenía, y con un amplia sonrisa sincera abrazo a la sinhadre, riendo por lo bajo ante su reacción

-¡Enhorabuena Eara! - exclamo con buen humor, humor que se vio un poco oscurecido por su pregunta final y la preocupación mostrada. La soltó despacio viendo hacia la figura borrosa de Hal que se encontraba cerca. No era una pregunta que ella pudiera responder, de todos los presentes era la única sin magia al fin y al cabo. Lo que si le extrañaba un poco era el cansancio que decía sentir, pues si no recordaba mal Twixy's no había mostrado el mismo agotamiento. Y ya ni decir del carabés.
 
-Hal mencionó ayer algo de niveles de magia, al menos en su mundo, tal vez sea lo mismo aquí y haya gente que se canse antes y otras tarden más. El pudo hacer casi una docena de hechizos seguidos antes de que acabara teniéndose que sentar, agotado -recordó vagamente Samika bajando la voz para ser solo oída por ellos, ruborizándose un poco por estar hablando de algo de lo que solo sabía por fuentes ajenas a ella misma. Era tan solo de forma informativa, no quería estar al margen de la magia y su funcionamiento- Saber cuáles son vuestros imites podría seros de ayuda, para no sobrepasaros y cansaros en los momentos cruciales ¿Qué opinas Hal? -preguntó Samika al que mas sabía del tema, como simple intento de ayudarles pues bien poda ser una teoría errónea. Si ella pudiera le gustaría saber cuántos hechizos sería capaz de realizar antes de tener que sentase a recuperar las fuerzas. Era de sabios el tener presente las capacidades de cada uno, por si lo necesitaban en el futuro, más si dicha magia les serviría fuera de la seguridad del torreón.

El roquense esperaba poder curarse entero aquella mañana, pero solo consiguió cerrar otro corte además del que había servido de demostración de que gozaba de enorme poder. No entendía por qué la sensación del cosquilleo mágico era cada vez más tenue hasta que acabó por no notarla con cada intento. La explicación de la hembra ciega llegó poco después de que empezara a notarse cansado, demasiado cansado para no haber hecho nada en todo el día. Tanto que empezó a pensar que el motivo era que la Voz le estaba castigando: "te permito que uses magia hereje, pero no estarás exento de castigo por ello". Pero entonces habló la humana y la miró de hito en hito.

—¿Agotarse? Los del coro en Roca Sagrada no se cansaban... Yo creo que es más que la Voz nos castiga por usar esta magia falsa, a vosotros por hereje y a mí por traidor temporal. Y conmigo imagino que se esforzará más por miedo a que me convierta a la religión del falso profeta Hal. ¡Pero debo hacerlo! Mi supervivencia depende de ello así como la del grupo. Si todos somos útiles, mejor para todos, ¿no?

Él así lo creía. Bueno, la parte de que mejor para el grupo era falsa: pretendía sobrevivir a costa de ellos, no con ayuda de ellos. También se creía a patas juntillas lo del castigo de la Voz. Por eso le tembló la mano otra vez al mirar el libro de magia, pero debía aprender. Aprender a defenderse. Y aprender a matar. Pero los demás no debían sospechar de él, así que volvió a las andadas con su particular obra de teatro y cogió el libro.

—Aparte del térmico ese y el de curar... ¿Habéis descubierto alguno que sea útil? Yo preferiría que me enseñárais antes que tener que buscar yo mismo... solo entiendo los dibujos. Pero si me aguantáis, yo tendré que aguantarme y aprender a tolerar el libro, ¿verdad? Pues a ver...

Y empezó a pasar páginas nerviosa y lentamente. Cada vuelta de hoja podía revelarle los peores horrores. Esos que habrían provocado que la palabra escrita fuera un pecado imperdonable. Pero si podía aprender a deshacerse de los peores de sus compañeros, a salir ileso y sobrevivir, pagaría cualquier precio que la Voz le impusiera. <<Esa imagen de un animal al que un hechizo golpea y sale disparado hacia atrás... Podría tirar a alguno al foso...>> pensó al descifrar varias imágenes. Se aseguró de memorizar la página y siguió.

Hal ni siquiera intentó aportar algo a lo dicho por Sami, que le parecía completamente lógico. Las religiones le daban dolor de cabeza por su irracionalidad, y desde luego aquel caso le parecía mucho peor. «Je, al parecer las herejías sólo son imperdonables si las cometen otros» teorizó, al no ver respuesta de Tesón.

Por otra parte, el intento exitoso de Eara le alegró el día. Después del chasco de Sami y Tesón venía bien que alguien que parecía tan cabal tuviera aquella capacidad. Eso sí, esperaba que Armonía no pudiera hacer magia: controlar a un fanático ya iba a ser trabajo más que suficiente.

Lo que dijo Tesón le confirmó que aquella religión era de farsantes y manipuladores. Tuvo que contenerse para no decírselo, harto de sus tonterías. Tanto sus palabras como la pregunta de la humana le colorearon algo las mejillas, al notar que súbitamente comenzaba a atraer más atención de la deseada.

—Todo el mundo se agota. Todo el mundo —repitió, poniendo énfasis y diciendo, sin nombrarla, la falsedad de lo que decía Tesón—. Esto es... es como correr, ¿vale? Alguna gente se cansa antes y otra después. Y puedes entrenarte. Pero al final, si sobrepasas tus límites, terminarás cayendo de puro agotamiento —su sentencia no dejaba lugar a dudas, ningún vacío donde pudiera colarse ninguna probabilidad de no cansarse. Si no te cansabas haciendo magia era porque, sencillamente, no hacías magia, sino trucos de ilusionismo barato.

—Y no, no tenemos otros hechizos. Los libros los conseguimos ayer, no podemos traducir tan rápido.

Puso los ojos en blanco al explicarlo, pensando que sería obvio. Luego vio que el roquense se puso con el libro que él había sacado, hojeándolo, y apretó con fuerza los labios. Gracias a que acababa de esconder la mitad de su cara en su bufanda no se notaba el cabreo que tenía, con lo que parecía tranquilo y casi, simplemente, aburrido. Tras varios instantes se acercó al pajarraco.

—Quiero seguir trabajando —explicó, con un tono plano y una voz tan fría como un muerto.

Twixy's recibió el éxito de Eara dando palmadas de alegría. Era una gran noticia, y eclipsaba lo de Tesón. Pero el nuevo dato le dió curiosidad. Ya había imaginado que la magia funcionaría así, pero ella aún no se había cansado. << Lo que significa que tengo más mágia que ellos>> pensó con una sonrisilla de orgullo. Había prometido entrenar con armas, pero ya que estaban todos dispuestos... no creía que pasase nada por posponer el entrenamiento un poco.

-Bueno, Hal superpracticará con ese, y nosotras con este- dijo la frivy, recuperando su libro y empujando a Samika y Eara hacia el salón- Vamos a ver cual megaes nuestro nivel de magia. Sami, yo te hiperleo en voz alta y tú eliges hechizo.

Fue leyendo los hechizos, o describiéndolos. Tenía muchas ganas de probarlos todos, pero algunos con efectos desagradables tenían que probar en otros, y no le hacía mucha gracia. No dijo en voz alta que el que más le interesaba en el momento era el de costura fuerte, quería que Samika eligiera, y posiblemente Eara hiciera el siguiente. Debía tener paciencia.

—Lo que digáis, sabio maestro hereje —gruñó Tesón sin mirar a Hal.

Siguió pasando páginas y páginas, memorizando las que le parecían interesantes y buscando alguno que no fuera sospechoso para practicar en privado por si le pillaban a escondidas. Pero el macho tenía que seguir incordiando. <<Qué pesado. No tiene bastante con verme sufrir. ¡Cállate ya!>>

El roquense, sin embargo, no pareció entender las palabras de Hal. El significado literal sí, por supuesto. ¿Pero qué tenía que ver con él?

—Pues trabaja. No sé qué quieres —le respondió, extrañado, y mirándole con el ceño apretado. Ladeó la cabeza, confuso—. ¿Quieres... quieres no sé? Trabajar... podrías cocinar para luego o limpiar... ¿Parezco el líder para darte trabajo o qué? Déjame aprender más, anda. De verdad que no os entiendo, ¿por qué os molestáis en molestarme con lo que me cuesta esto?

Negó con la cabeza, rodó los ojos en las cuencas y volvió a enfrascarse en el libro. Claro que había entendido lo que quería, pero qué prisa tendría? Ayer tuvo todo el tiempo del mundo para "trabajar" con el libro mientras él atendía a Kimbra. Además, las hembras tenían otro. Que trabajase con ellas. Le tocaba tener el libro hoy. Se lo merecía.

Kirés había pasado la mañana moviéndose como una sombra de un lado para otro, con la cabeza metida en el asunto de la magia y su propio dilema sobre ella. Sabía que tendría que probarla, era una herramienta útil y cuantos más supieran usarla mejor. El problema era el miedo irracional que le tenía, aunque no temía a la magia en sí, sino a cómo esta podría afectarle. Si de verdad la magia había llevado a su raza a la extinción, entonces aprenderla podría implicar…

Los gritos de Tesón fueron lo que devolvieron a Kirés a la realidad. Al parecer el ave había logrado realizar algún hechizo. Algo que tras los últimos eventos podría ser tanto bueno como malo. Aquello también le hizo ser consciente del tiempo que había perdido cavilando, y decidió dar fin a su debate mental siguiendo las enseñanzas de los clinger. “Si es útil se usa, si no lo es se desecha. Ahora mísmo usar magia es más útil que no usarla.

Cuando llegó abajo la gente se dividía en dos grupos: Tesón y Hal por un lado, el resto por otro. Personalmente habría preferido que le enseñara el carabés, al ser el que más experiencia tenía en el tema, pero dado que el roquense se encontraba cerca decidió que su presencia podría no ser positiva para el ambiente y optó por irse junto el resto.

–Si no es molestia: ¿Puedo intentarlo yo ahora?– Nadie tuvo objeciones, y mientras le explicaban al enderth qué era lo que tenía que hacer este fue, al mismo tiempo que atendía, despejando su mente y estabilizando su respiración como siempre hacía cuando no quería que sus emociones interfirieran. Cuando estuvo listo realizó todos los pasos, sin vacilar y con una precisión absoluta, hasta el punto de que el propio Kirés se habría asustado de no encontrarse totalmente concentrado en la tarea. Le salió a la primera, y el agua se puso a hervir casi instantáneamente, algo normal ya que había sido calentada hacía poco tiempo.

Como respuesta a aquello el enderth simplemente la miró sin inmutarse aparentemente. Luego alzó la mirada para dirigirse a las tres personas que habían accedido a enseñarle el hechizo y les dedicó una leve reverencia. –Gracias por enseñarme.

Aquella reacción, sin embargo, no se parecía nada a la que había sucedido en su cabeza: Una mezcla a partes iguales de alivio por poder hacerla, orgullo porque quería el poder aunque no se atreviera a reconocerlo ni a sí  mismo, y un poco de miedo.

El carabés tuvo que reprimir la necesidad de rechinar los dientes. «¡¿Es idiota o qué?!» pensó, cada vez más cabreado, aunque sin demostrarlo. Inspiró profundamente, sintiendo que se le agotaba la paciencia, y volvió a intentarlo.

—Tesón, quiero decir que quiero seguir traduciendo el libro —en su respuesta enfatizó con algo de agresividad las últimas palabras—. Además, no puedes leer. ¿Cómo vas a aprender nuevos hechizos si no sabes qué palabras hay que decir? Anda, deja que siga traduciendo.

Tenía la sensación de que el pajarraco se reía de él. Y más que vergüenza lo que comenzaba a sentir era una fría furia.

El roquense pensó para sus adentros que, al menos, podía divertirse haciendo rabiar al macho. ¿Cuánto tardaría en estallar aquella ocasión? ¿Habría algún hechizo para hacerle callar? Tenía que buscarlo. Lo hacía a propósito, claro que sí, aún a sabiendas de que todos se pondrían de parte del hereje en un conflicto. Pero no por ello se iba a callar. Así que miró a Hal con la confusión pintando su cara y le dijo:

—Pero vamos a ver, ¿qué problema tienes? Siéntate aquí, conmigo —sugirió mientras daba dos palmadas al sofá— y trabajemos juntos. Así a lo mejor yo aprendo algo sobre eso que llamáis "leer". Tú te encargas de estas cosas de tinta y yo de los dibujos. Dos trabajan más rápido, ¿no? Siéntate, hombre —y volvió a palmear el sofá, esta vez con una sonrisa que pretendía ser pacífica.

Pero lo cierto era que se estaba riendo de lo lindo para sus adentros. Ese falso profeta tendría que tragarse todos los insultos que le había dicho desde que se conocían para poder sentare y trabajar con el libro. Si no, solo obtendría el libro por la fuerza. Y en opinión del roquense, estaba siendo todo lo amable posible aun cuando nadie allí se merecía su amabilidad.

«No me interesa. Maldito pajarraco, saca tus pezuñas de ese libro. Cumple con tus preceptos divinos o lo que sean y no cometas herejías. Haz lo que sea, pero no me molestes». Hal apretó la mandíbula, movimiento que ocultó su bufanda, y volvió a respirar hondo. Estaba comenzando a pensar seriamente en la posibilidad de esconder su libro, cosa que, en cualquier caso, ya no valía para aquel momento.

—Mejor voy a trabajar con Twix —respondió, con un tono completamente monocorde. «A ver cómo aprendes magia siendo un analfabeto, pollo de mierda».

Tomó el diccionario y volvió hacia la cocina, donde se unió al otro grupo. Estaba algo incómodo, de forma que, si se analizaba con cuidado, se podía percatar que no estaba dentro del todo del círculo.

—Hola —saludó. Tanto su voz como su expresión eran de la más absoluta seriedad.

¡Maravilloso! El roquense se empezó a carcajear mentalmente del carabés. Aquello era como una pequeña victoria para Tesón. ¡Hal negándose a trabajar por no compartirlo con él! <<¡Será egoísta! Patética cría de cara... de carabasura>>

—Como quieras.

Le vio irse con las hembras y resopló con desprecio. Al menos su interés en la magia era para sobrevivir, no para prepararse baños calientes. Y hablando de baños, tanto hablar y tanto pensar le estaba dando sed. <<Si voy al pozo a por agua, el hereje es capaz de quitarme el libro...>> Así que sin cerrar el libro, se levantó y fue hacia el patio mirando tanto al camino como a los dibujos. <<Esta imagen de fuego... Imagina una quema de herejes con el torreón como pira. Sería hermoso>>

Fantaseó con el torreón derritiéndose por torrentes de fuego saliendo de sus manos mientras un coro de gritos proferidos por sus compañeros le daba un toque romántico a la escena. No se creía que él, ÉL, fuera a tener menos poder que el maldito hereje, así que ya daba por cercano el día en que todos se arrepentirían de los insultos y blasfemias. Pero lo que ahora tenía cercano era el pozo. Agarró la cuerda del cubo, dejó el libro en el borde, y tiró.

Tiró con demasiada fuerza. Tanta que el cubo salpicó agua al subir a la superficie y el roquense, concentrado en los dibujos, se asustó pues no se lo esperaba. A causa de esto, cómo no, soltó la cuerda y el cubo se precipitó al vacío, pero fue ágil y logró abalanzarse sobre la maldita cuerda a tiempo... con la mala o buena suerte de que al echarse sobre el muro el libro resbaló. Con los ojos como platos lo vio caer —sin soltar la cuerda del cubo— hasta que tocó el agua y allí se quedó flotando, abierto por una página aleatoria. <<...>>

No podía pensar, tenía la mente en blanco. No, ¡debía pensar, actuar, hacer algo! Si se enteraban... ¡No podían enterarse! <<¡Térmico, térmico! ¡Sácalo y sécalo!>> Agarró y vació el cubo (cuyo contenido cayó sobre el libro, cómo no) y volvió a bajarlo con el propósito de usarlo para recuperar el maldito artefacto que tantos dolores de cabeza le estaba dando. Lo peor, pensaba, era que si lo conseguía salvar, le odiarían tanto como si lo hubiera tirado a propósito. <<Son unos desagradecidos>>

El primer intento no funcionó, pues no podía maniobrar la cuerda del cubo para acertar y recoger el libro. Solo veía una forma para hacerlo: miró hacia atrás de reojo y luego se encaramó al muro del pozo. Sentado con las piernas colgando como si nada (era Constructor, estaba más que acostumbrado a ello), intentó manejar la condenada cuerda a su antojo para alcanzar y recoger el libro. Quizá habría funcionado si supiera mantener la calma. Pero entre tanto nervio y tanta mirada desconfiada hacia el interior del torreón, perdió el equilibrio.

—¡AAAAAHHHH! —gritó mientras caía y se desollaba las manos por agarrarse inútilmente a la cuerda. Esta le acompañó, cubo incluido, en su caída.

Fue a caer al lado del libro y el cubo aterrizó después sobre su cabeza, dejándolo ido por unos segundos. El pozo cobró entonces otros colores, otras formas. Todo daba vueltas a su alrededor, no se orientaba con apenas la cabeza fuera del agua. Por pura histeria se asió al libro como si su contenido mágico fuera a mantenerle a flote, y luego lo lanzó hacia arriba con la esperanza de que cayera fuera y lo vieran. Una señal. Pero no llegó y tuvo que esquivarlo al caer de vuelta. Ni que decir tiene que no sabía nadar.

—¡SOCORRO! ¡EN EL POZO! ¡AYUDA! —volvió a gritar mientras intentaba mantenerse a flote.

Y habría sido fácil, pero se agitaba tanto que solo tragaba más y más agua. Pero no pensaba en que fuese a morir. Los desagradecidos del interior eran buena gente, ¿no? Le salvarían. Y luego harían todos magia como amigos... O no. El libro que flotaba como si nada le quitaba la razón y parecía decirle: todo lo contrario. Me querían y me has matado. Te dejarán morir. Eso solo le provocó más angustia, ira e impotencia que otra cosa.

—¡Si mugfglubbgruero os jurgrobluo que la Voz os...! ¡Os casti...!

No podía hablar y luchar por flotar al mismo tiempo. Y se estaba cansando. Cansado de agitar sus alas maltrechas, de golpearse las patas y las manos con las rocas del pozo, de que le entrase agua en los ojos y en el pico, de tragar, de atragantarse, de no poder agarrarse a nada por culpa del pánico, de tener las manos arañadas, doloridas que, junto a estar chorreando, le hacían bien difícil agarrarse del cubo. Tanto que acabó llenándose y lo perdió de vista. No estaba en sus planes seguirlo... Pero no podía callarse. Había aguantado demasiado durante esos días. Demasiado.

—¡Y todo por culpa de ese libro —gritó, o creyó gritar, pues del esfuerzo solo le salió un hilillo de voz, al tiempo que golpeaba el agua con las manos y agitaba la cabeza con violencia— y ese falso prof...!

Pero entonces golpeó la pared con una pata, el dolor le hizo hundirse hasta las plumas de la coronilla (pues intentó calmar el dolor agarrándose la pata y esa postura era inviable), tragó agua, demasiada, y se le cortó la respiración. <<¡Y ese malnac...!>> Tos. <<¡Si muero me llevaré el li...!>> Más agua. <<¡Os odi...!>> pensó con el odio más puro que había experimentado jamás. Pero... ¿Qué había allí en lo alto del pozo, más allá de ese líquido que tan pronto te aliviaba la sed como te oprimía y fulminaba en su abrazo? Creyó ver algo... <<Talen... Voz...>>

Fuera lo que fuera lo que había, si es que realmente había algo y no era producto de que se le nublase la vista para siempre, Tesón ya no podría verlo.


NfdR: a ver, gente. Tesón está en el corral de los tiesos (=muerto) y el cubo y la cuerda están en el fondo del pozo. Circulen, circulen.

Eara estaba lo suficientemente contenta con su descubrimiento, así como preocupada por qué pasaría con Ayne, como para no tratar de ignorar la discusión de Tesón y Hal. Asimiló que la magia cansaba y se dio cuenta enseguida de que entonces su capacidad poco tenía que ver con la del carabés o Twix, porque un solo hechizo ya se había dejado notar, aunque se creyese todavía capaz de hacer más. Eara quería explorar sus límites, sin embargo ya habría tiempo para ello. Primero era necesario descifrar más hechizos, y ella no era propietaria de ninguno de los libros.

Agradeció las felicitaciones por su recién descubierta habilidad con una sonrisa tímida y anunció que debía empezar a hacer la comida, cosa que aprovechó para distraerse de la pelea por el libro. Entre tanto había llegado Kirés y, mientras sacaba ingredientes de las cestas, fue testigo de su capacidad para hacer magia. No eran pocos los magos del torreón, pero para los incapaces aquel era un pobre consuelo. Se trataba de un bache difícil de salvar, y Eara era muy consciente de la decepción que sentían todos ellos.

Cortaba verduras cuando Hal se unió al grupo alrededor de la mesa de la cocina. Solo le dedicó una mirada de reojo a Tesón cuando salió al patio y continuó a lo suyo soltando un suspiro. Empezó a pensar también en Armonía, que seguía con Arik. «En cuanto esté lista la comida me cambiaré con él». El chico ya llevaba suficientes horas allí arriba.

Entonces llegó un grito desde el patio, inconfundiblemente de Tesón. La sinhadre dejó todo lo que tenía entre manos y salió disparada hacia allí, como otros tantos. En el patio no se veía a nadie, y la voz de Tesón traía eco y resonaba entre chapoteos. Horrorizada, Eara corrió hacia el pozo y frenó violentamente contra la piedra usando las manos y el estómago. Apenas se veía algún destello de aguas moviéndose en el fondo. Tesón aún trataba de hablar, pero era evidente que no era capaz de mantenerse a flote. Sus frases se veían interrumpidas por el agua que le entraba en la boca.

Eara gimió mientras se apartaba del pozo. Donde solía estar el cubo no había nada, y comenzó a buscar a su alrededor, tan alterada que el mundo parecía dar vueltas. Se dirigió al tendal y arrancó la ropa de él a tirones para luego intentar desatar uno de los nudos con las manos resbaladizas de verdura.
—¡Luces, luces, luces! —atinaba a murmurar mientras crecían la urgencia y la angustia. Por suerte no había sido la única en lanzarse hacia aquella cuerda, pero cada segundo parecía un minuto tratando de desanudar el cordel.

Cuando pudieron deslizarla por el pozo, gritándole a Tesón que se agarrase, no sabían siquiera cuánto había que dejar caer la cuerda, ni si sería lo suficiente larga o resistente. Al sentir que daba en el agua, tras un descenso que pareció interminable, no hubo ningún sonido de vuelta. Ni chapoteos, ni voz, ni tirón alguno. Si no se agarraba él mismo a la cuerda, no había ninguna otra manera de subirlo. Y con esa certeza las piernas de Eara perdieron fuerza y necesitó apoyarse en el borde del pozo. Ahogó un sollozo y se tapó la cara con las manos. Lo habían escuchado agonizar durante interminables minutos y no habían logrado salvarlo. Ahora sus gritos resonaban de forma continua en la cabeza de la sinhadre. Conmocionada por lo sucedido, no era capaz de mover un músculo.

Como no tenía claro cual hechizo elegir tal y como le pedía Twixy's, agradeció la interrupción de Kires y su deseo de probar el hacer magia. Sentía curiosidad por quien más podría hacer la magia por lo que Samika se cayó y espero a ver que pasaría. Mientras veía borrosa mente como Kires aprendía el hechizo teórico escuchó vagamente la conversación que Hal mantenía con Tesón y las ganas de meterle una patada en la boca, o en el pico en este caso, al roquense crecían por segundos. Tenía demasiado cara dura debajo de aquella capa de plumas.
 
El éxito de Kires devolvió su atención al grupo y con ello un pequeño sentimiento amargo en la humana que no dejo traslucir, pues sonrió a Kires dándole la enhorabuena. Había escuchado que varios de sus compañeros no podían hacer magia, como era el caso de Emmit y Lemus, que debieron probar en algún momento cuando se bañaba el día anterior. Pero aun con eso saberse del grupo, reducido por ahora, no mágico seguía siendo un poco triste. Apenas había pasado un día desde el desengaño, tardaría un poco en reponerse por muy positiva que fuese.
 
Otra persona entro en su escasa visual ala que tardo uno segundos en identificar como Hal pues se mantenía casi en el perímetro de su visión. Al parecer había rendido de intentar tener una conversación decente con el roquense. Era para exasperar a cualquiera.
 
-Veo que charlar con el no te ha servido de nada -murmuro Samika con un suspiro, pudo notar que no traía el libro consigo, era de un color diferente al diccionario y eso si podía verlo, así que el roquense aun debía tenerlo. Por suerte aun tenía el libro de Twixy’s para continuar con la práctica- Dejémoslo, poco va a poder hacer con él sino sabe leer- comento Samika prefiriendo dejar por la paz que empezar una discusión que no llegaría a ninguna parte. Dicho eso se dispuso a decir con cual hechizo podrían practicar como un poco antes Twixy’s le había preguntado. Pero un grito que reconoció de inmediato como el de roquense taladro sus oídos, mandando un escalofrió por su columna. Terror, esa voz transmitía un autentico terror. 
 
Movida por algo más que el resentimiento y el coraje que pudiera tenerle a Tesón salió disparada de la cocina, viendo un mancha rosada salir también con ella mas varias manchas mas de sus compañeros, milagrosamente sin tropezarse ni chocarse con nada de lo bien que conocía la zona. Afuera se quedo bloqueada apenas una milésima de segunda, escuchaba el ruido, el eco, el chapoteo, lo sonidos ahogados de alguien cuando era sumergido e intentaba mantenerse apenas a flote. El único con agua en el lugar era el pozo, no podía verlo ya que estaba fuera de su alcance, y eso resultaba tan escalofriante para la humana que hacía todo su cuerpo temblar. Sus compañeros podían verlo, pero ella, ella lo escuchaba con una claridad que hacía su pulso bombear bajo su piel por el miedo, solo lo escuchaba y si había algo más aterrador que ver algo era escucharlo sin poder verlo. El pulso se le disparó y moviéndose mecánicamente siguió a Eara desatando el cordón del tendedero con toda la rapidez que su nerviosismo le permitía.
 
A sus alrededor los intentos de sus compañeros y de ella misma, de intentarde desatarlo y darse prisa se vieron ensordecidos por la voz que provenía del pozo. Samika apretó los dientes mientras las lágrimas impotentes se agolpaban en sus ojos, no quería escuchar, no quería seguir oyendo, pues si para el resto aquello era audible, para ella era casi ensordecedor. Taladrando sus oídos, asentándose en su cerebro con la fuerza de un golpe. Y tal y como deseaba, aunque no de aquella forma, nunca de aquella forma,  el ruido, los gritos, el movimiento, empezó a cesar. Sabía lo que implicaba y las lágrimas empezaron a salir de sus ojos desde ese mismo instante.
 
No necesito verlo, no hizo falta, cuando llegaron al pozo y lanzaron la cuerda ya lo sabía. Y el movimiento a su lado de Eara tan solo se lo confirmó. El chapoteo había cesado. Habían llegado tarde y con ello, no habían podido salvar a Tesón.
 
Y se mantuvo así, de pie dejando que las lagrimas salieran por si solas sin querer no poder contenerlas. Apoyando sus manos nerviosas en el borde del pozo mirando hacia el interior sin ver más que negrura. Saber que Tesón estaba ahí abajo y no podía ni verlo, ni ya tampoco escucharlo, era un golpe de realidad, uno demasiado repentino para poder soportarlo. Habían sido demasiado lentos, lo habían dejado morir, y ni siquiera todo el coraje que pudiera haberle tenido al roquense le libraba de sentirse destrozada.
 
-Mierda…mierda….fuimos demasiado lentos- murmuro dejando que su voz fuese apagándose poco a poco, maldiciéndose golpeo con sus puños el borde del pozo, impotente. Sus piernas terminaron por fallarle y se dejo caer en el suelo, abrazándose a sus piernas y enterrando su rostro en ellas, intentando sacar todas las lagrimas que aun inundaban sus ojos, sin dejar de temblar. Sus gritos pidiendo ayuda aun se repitian en su mente como un recordatorio que le perseguiría durante las noches.

Twixy's había puesto el modo automático para no oir a Tesón hablar. Era algo dificil, pero la frivy tenía ya cierta experiencia ignorando a personas desagradables. La llegada de Kirés fue una buena distracción, el papel de profesora de magia que sus compañeros parecían haberle otorgado hinchaba más y más su ego, y le encantaba. Ayudó al menos feo de los pájaros a probar con el único hechizo que sabía y tuvo éxito. Otra persona razonable al grupo con magia, otro para contrarrestar a la doble locura emplumada.

El pajarraco se llevó el libro de Hal, dejando al carabés sin nada que hacer, por lo que se les unió no de muy buen humor. Era comprensible, y frustrante, pues un idiota estaba retrasando sus avances por pura cabezonería y egoísmo. Twixy's deseó que el pájaro les dejase en paz de una vez por todas, y fuera cual fuera la deidad que gobernaba Rocavarancolia cumplió su deseo, aunque no de la forma esperada.

Eara fue la primera en reaccionar ante el grito, corriendo hacia el patio, seguida de cerca por todos los demás. No había rastro del pajarraco, pero sus gritos reververaban en la piedra y se proyectaban como si estuviera conectado a un amplificador. La frivy no tuvo tiempo a preguntarse cómo había podido acabar Tesón en el pozo, su cuerpo se movió automáticamente para ayudar con la cuerda.

Tantas personas intentando desatar un mismo nudo no era lo más práctico, por lo que se acercó al pozo para que sus compañeros le lanzasen la cuerda en cuanto la lograsen desatar, y así ahorrar tiempo. Vió perfectamente al roquense chapotear desesperado. Sus gritos le taladraban los oídos, pero no podía dejar de mirar. Aquella imagen la tenía hechizada. No llegaba a comprenderla de ninguna forma, pero igualmente tenía la sensación de estar viendo algo prohibido. Cuando la cuerda llegó a sus manos, fue vagamente consciente de lo que había visto, y de lo inútiles que serían sus acciones a partir de ese momento.

De forma mecánica, fue dejando caer la cuerda que le iban pasando hasta el final del pozo. Sus compañeros gritaban hacia el pozo, pero Tesón ya no gritaba de vuelta. Twixy's había presenciado la muerte, por primera vez en su vida. A su alrededor, Eara y Samika lloraban, pero los ojos de la frivy estaban secos. No sentía tristeza, ni lástima. Tal vez un poco de rabia, un eco del enfado que había provocado el roquense minutos antes, pero la situación le decía que no era el mejor momento para expresarla. No entendía el alcance de lo que acababa de ver.

Algún comentario hizo que apartase los ojos del cadáver de Tesón, y automáticamente su cerebro empezó a reajustarse. Esa imagen fue sustituida por la del libro flotando al fondo del pozo, y el cubo. Lentamente volvió al interior del torreón para buscar su libro de magia. Iban a necesitar aprender el hechizo de levitación.

EL grito de Tesón hizo que kirés reaccionara de forma inmediata, y salió corriendo al patio con los demás. No se asomó al pozo ya que los chapoteos ya daban suficiente información de la situación y perder el tiempo confirmando con sus ojos algo que ya le decían sus oídos implicaba desperdiciar tiempo que se necesitaba para sacarlo de ahí. En su lugar buscó la cuerda, para no encontrarla.

Eara fue la primera en ocurrírsele como solucionar aquello y se puso a ayudarla inmediatamente… al principio. Pasado un tiempo la propia sinhadre se podría dar cuenta de que Kirés ya no se daba prisa para aquello, y que en su lugar seguía con calma. La razón era que había dejado de oír al roquense, y sabía lo que aquello significaba: Tesón había muerto. Aun si simplemente hubiera perdido el conocimiento daba igual: Si no podía agarrarse por su cuenta a la cuerda no habría forma de sacarlo de allí a tiempo. Todas las opciones que tenían a su alcance acababan llegando al mismo resultado de un modo u otro.

Miró a su alrededor, y vio que aquel accidente sus compañeros aquello les había afectado. Sabía por qué estaban así, pero no entendía del todo el por qué. Para él la muerte era algo natural: algo triste si pasaba a alguien que conocías, pero en aquel momento peligraba su suministro de agua y eso debería tener prioridad.

–Hay que sacar el cuerpo, el pozo es nuestro único suministro de agua. Ayudadme con la cuerda, voy a bajar. – La idea no fue recibida con mucho entusiasmo, en particular Eara se opuso a aquello de forma directa, todavía afectada por lo que acababa de pasar. Samika aceptó el plan, pero fue imposible para el enderth convencer a la sinhadre de que ayudara, En consecuencia fue necesario ir a buscar a Twix, y un rato después Kirés comenzaba a descender por el pozo.
No fue un descenso agradable: apenas se veía nada, y no supo que había llegado abajo hasta que sus pies tocaron el agua. A partir de ahí tuvo que meterse en el agua junto con el cadáver, lo ató a la cuerda y luego chapoteó hasta encontrar el libro, lo agarró con el pico y lo siguiente fue trepar de vuelta arriba.
Aun con su facilidad natural para trepar aquello no fue sencillo. Con la cuerda era una tarea complicada y sin ella habría sido simplemente imposible, especialmente en la parte de abajo donde la roca era más húmeda. La subida fue acompañada de resbalones y arañazos, especialmente en las rodillas, pero consiguió salir sin incidentes graves. Lo siguiente fue unirse a las dos chicas y, entre los tres, finalmente sacaron el cuerpo del pozo.

Todo aquello había dejado exhausto a Kirés, que se quedó sentado en el suelo mientras recuperaba el aliento, ajeno a que la presencia de su compañero fallecido estaba atrayendo la atención de las estigres.

El eco del grito lo dejó paralizado, y por un momento deseó habérselo imaginado. No fue así, como pudo comprobar, al ver que el resto iba con rapidez hacia el patio. Estaba paralizado, y tardó un par de segundos en seguir a sus compañeros de torreón. Se le ocurrían mil posibilidades para que surgiera aquel grito, y ninguna le gustaba.

Cuando vio el prigen del problema casi sintió alivio. Había pensado que a Tesón lo estaba atacando algo, pero por suerte no había nada que les pusiera en verdadero peligro. sólo tras unos instantes se dio cuenta de la gravedad de la situación. «¡Pero no chapotees tanto!» tuvo ganas de gritar, sólo para descubrir que la voz no le salía. Aquello era mucho más trágico de lo que había pensado unos momentos antes, y un sudor frío comenzaba a correrle. Vio que ya había gente intentando ayudar, lo que era maravilloso porque había olvidado hasta cómo moverse.

Los gemidos, gritos y chapoteos del roquense resonaban con eco y les llegaban, cada vez más débiles. Hal casi podía sentir el agua dentro de sus pulmones, encharcándoselos, evitando que llegara nada de aire. Su respiración se hizo más profunda y pesada. Cerró los ojos y negó con la cabeza, como si intentara que aquello dejase de suceder por arte de magia. «Magia...» pensó, con elc erebro embotado y un gesto de confusión en la cara. Sus pensamientos funcionaban con extraña lentitud, pero pensó que quizás algún hechizo podía ayudarles.

En ese momento se dio cuenta de que no había ningún ruido, hecho que cayó sobre él como una losa. Se acercó con calma al pozo, en cuyo fondo sólo se veía una masa de plumas inerte. El mundo entero cayó sobre el carabés, que intentó alejarse rápido de aquella vista, tropezó y se cayó. «No, no, no» pensó. «Ahora no, ahora tenemos armas, magia, podíamos defendernos, por qué...» los ojos le picaban, pero estaban completamente secos. No podía llorar por Tesón, pero aquel suceso tampoco podía alegrarle. Habían perdido a un compañero, que para más colmo había muerto a un universo de distancia de su tierra. De alguna manera todo se le antojaba cruel y sin sentido en ese momento, como si el universo fuera puro caos y azar y nada se pudiera saber de forma racional. Y, como si el mundo quisiera darle la razón, pasaron varias cosas casi a la vez.

El cuerpo húmedo de Tesón salió del pozo, casi provocándole una arcada. Aquello parecía más un muñeco parodiesco que algo que había estado vivo una vez, que había pensado, deseado y odiado. A Hal le dio asco. A Hal le dio asco aquella masa húmeda, que poco tenía de relación con los seres vivos, y que menos relación todavía tenía con el roquense.

El libro de magia cayó ante él. Le parecía casi cruel que hubiera sobrevivido en perfectas condiciones y el ave estuviera muerta. Tuvo la tentación de achacar semejante locura a Rocavarancolia, pero sabía que era un error. Los libros se podían proteger contra el agua, pero ningún ser podía sobrevivir sin aire.

A la vez que estos pensamientos inundaban su cabeza una voz sonó fuera. El otro grupo había llegado en medio de la tragedia. El carabés pensó que no sabrían nada (¿cómo iban a saberlo?) y que era horrendamente irónico el contraste entre lo que sentían los que estaban en el patio y los que esperaban en la puerta.

Y un momento después se dio el hecho que haría recordar a todos que seguían en Rocavarancolia. Una estirge se lanzó del cielo, hundiendo su hediondo pico en las cara del cádaver, buscando sus ojos. Si no se daban prisa no tardarían en seguirles las demás.