Casa Gamides

Los sapos se fueron del mismo modo que había aparecido repentinamente, no sin antes dejar a varios con zonas del cuerpo paralizadas, Por suerte para el había conseguido proteger sus brazos y piernas gracias al anorak y a las plataformas, pero su cara seguía paralizada a medias. No pudo sentir alivio durante mucho tiempo, porque  corriendo hacia ellos, con una furia inusitada apareció una criatura echa de arena que con la fuerza de una mole se lanzo sobre sus compañeros, primero sobre Surasara, luego sobre Alice, provocandole un susto de muerte  Dhelian al estar a punto de ver la cabeza aplastada de la humana, y luego a por Alvaro. Aquel ser estaba desbocado y los ataques de Surasara no servia de nada, mas aya de dispersan los lugares donde golpeaba. "¿Como se mata algo que esta echo de arena" pensó incrédulo al ver a aquella criatura, es mas, ¿como podía moverse? Sapos aun, aunque el hecho de que tuviesen colmillos era surrealista, pero ¿Un caballo echo de arena que se movía como uno real?. En otra situación seguramente se habría maravillado y habría intentado saber el modo en el que un milagro así era posible o que hechizos se necesitaban para ello, pero en esos momentos su único pensamiento era que pudieran escapar de allí antes de que el caballo se los cargara a todos con sus embestidas y coces.

Quería escapar y dado que aquel nuevo enemigo no le prestaba atención podría hacerlo, pero eso significaría dejar a todos los demás allí, ya sea que pudieran escaparse también como sino. Finalmente hizo lo primero que se le ocurrió, no quería escapar solo, y aunque lo lograse, luego se tendría que enfrentar a sus compañeros por su cobardía. Totalmente asustado pero sacando valor o estupidez según se viese, de algún lado, se saco el anorak, aquella cosa debía guiarse igual que uno real con olfato, oído y vista o al menos eso esperaba. El era era incapaz de enfrentarse a esa cosa sin acabar muerto, pero tal vez podía dar una oportunidad aunque fuese mínima de que el resto pudieran escapar o atacarle. Por ello en el momento que el caballo fue contra Alvaro- ¡Corre lejos, ve hacia el muro!- llamo al humano apenas sin poder alzar la voz ante la parálisis facial, lanzo el anorak sobre la cabeza del caballo, antes de saltar a un lado raspándose las manos  y las rodillas en un intento de evitar ser embestido, buscando desorientarlo. Tal vez aquello, unido a los ataques de Surasara a sus patas funcionase de algo o diera tiempo a los mas heridos de alejarse. "Por favor que funcione de algo, que se choque contra el muro o pierda el equilibrio ¡Lo que sea!"

No solo habían tardado un buen rato en encontrar la dichosa salida, sino que además se habían topado con un regalo una vez fuera. Sus compañeros no tuvieron tiempo de alegrarse o lamentarse por volver a sus cuerpos, porque en unos instantes estaban rodeados de sapos. Sapos norteños con colmillos venenosos. Marsi tuvo suerte de llevar su ropa para las excursiones, pues sus botas altas, sus guantes y el chaleco la protegían de muchos de los mordiscos, pero seguía teniendo los brazos, el vientre y la cara expuestos y no se fiaba de que sus pantalones fuesen lo bastante gruesos. Al notar una punzada en el muslo seguida de un hormigueo corroboró que no lo eran. Recibió un mordisco en el antebrazo al ir a bajarse las gafas y protegerse la cara. Era la mano con la que sujetaba la lanza, por lo que tuvo que usar la otra y arrancarse los sapos que se le iban subiendo con el cuchillo de caza.

Tenían que huir. Desgraciadamente la situación empeoró. Los sapos huyeron, y una bestia arenosa los embistió. Arroyó a Surásara, luego fue a por Alice. Marsi sentía el brazo entumecido, pero no se le había inutilizado todo el brazo. Podían tratar de huir, pero todos habían sido mordidos y aquella bestia era demasiado rápida. Guardó el cuchillo y sacó su látigo. Lo hizo charcas en el aire a modo de advertencia. y luego apuntó a las patas. Tenía que intentar mantenerlo a raya. Si lo lograba, los demás podrían escapar.

-¡Si logro retrasarlo, corred!

Fue a ponerse entre Álvaro y el animal, dando latigazos frente al animal, tratando de poner aire entre los dos.

Mis golpes surten efecto y logro retrasar al "animal" haciendo que Álvaro se salve por los pelos. En ese momento suceden un par de cosas que me producen sentimientos contradictorios. Por una parte me enorgullezco al ver el espíritu de grupo mientras entre todos atacamos al ser, por la otra me dan ganas de abofetear a Lhelian y a Marsi por sus instintos suicidas.

-Por encima de mi cadáver, no dejamos a nadie atrás.- respondo cuando la varmana dice de quedarse para retrasarlo y darnos tiempo a escapar.

Sin embargo aparece otro ser en escena atacando al caballo, no sé que tipo de monstruo es, pero tampoco pienso quedarme para averiguarlo, así que aprovechando que se ensaña con el ser arenoso me doy la vuelta y digo.

-Ahora o nunca, nos largamos, y más nos vale correr rápido.- Me acerco a Alice y le pregunto mientras corro.- ¿Como tienes el hombro?.- la chica me dice que lo tiene dislocado y le dedico una sonrisa fugaz, ambas sabemos que le duele, pero se esfuerza por no demostrarlo,- Cuando lleguemos al torreón te lo coloco.- le digo para animarla mientras avanzamos dejando atrás a la bestia alada.- Vamos chicos, acelerad, que no quiero encontrarme con nada más por hoy,- digo mientras aprieto el paso.



Sigue en el Torreón Letargo.

De poco podía ser mi ayuda, ya que Sura y Marsi se apañaban medianamente bien. Miré mi espada, pensando <<me vendría mejor una escoba>> mientras me acercaba, pues había oído a la varmana y grité, en respuesta:

-¡Eh, ni lo repitas! Aquí o nos quedamos o nos vamos...

De nuevo me corté al hablar, ya que un chillido me puso en alerta. Me alejé a tiempo de la escena mientras veía a la nueva criatura descender para atacar al caballo. <<Qué... Te...Tera... ¡No, dáctilo, era por los dedos!>> Tuve que hacer un esfuerzo por hablar, bromear, pero lo necesitaba. Entre tanta criatura y tanto ataque, tanto golpe y tanta locura, lo necesitaba. Y también para olvidarme de las heridas, de paso.

-¡Terodáctilo! ¿Se ha escapado de la isla de Jurassic Park o qué? Esta ciudad no escatima en fauna, vaya... ¿Nos largamos? Aleluya.-respondí, hablando por no quejarme.-Dislocado, simplemente, no te preocupes. Recolocarlo... sí... Ya, gracias por... El ofrecimiento, sí. ¡Vámonos, anda!

<<Más dolor... Pero luego dejará de doler, ¿no?>> Eso esperaba... Aunque dejaría de doler sin duda si el nuevo ser se decidía por atacarnos en vez de chillarnos. Acostumbrada a correr, aun cojeando podía adaptar la zancada y el ritmo para no ir a trompicones. Eso sí, sin dejar de mirar atrás por si a la bestia se le ocurría seguirnos o alguien tropezaba o... Ya puestos, ¡por si salía un dragón de cuatro cabezas del suelo o los jabalíes de Mononoke por un callejón o vete a saber qué!
Sigue en el Torreón Letargo.

Su acción no sirvió de nada, mas de por el hecho de que su anorak acabara destrozado. No bajo las patas del caballo de arena, sino por las garras de un extraño pájaro de alas membranosas que, en un estado tan furioso como el del caballo, se lanzo sobre este obviandolos por completo a todos ellos como si única presa fuese el ser de arena. Aquella escena impresiono por completo a Dhelian que no podía apartar los ojos de aquella guerra entre el caballo y el ave extraña.

Apenas le dio tiempo a reaccionar a las palabras de Alice y Surasara que decían claramente que era el momento de largarse de allí. Allí en el suelo estaba el anorak con tras el que el ave aquella se había cebado, seguía mas o menos entero pero hecho jirones y le faltaba buenos trozos. Dhelian lo recogió abrazándolo con fuerza dispuesto a arreglarlo cuando volvieran, antes de salir corriendo rápidamente tras sus compañeros con toda la intención de llegar al torreón lo antes posible. Debían curarse las heridas antes de que aparte de ser envenenados, se infectaran.

Sigue en el Torreón Letargo.

Vamos caminando por las variopintas salas de esta casa extraña hasta que por fin, en una de nuestras azarosas elecciones, damos con la puerta de salida. Salimos todos casi en tropel hacia la salida cuando me retraso mirando mi reflejo en el último espejo de la sala mientras pienso en lo ocurrido dentro y decidirme a hablar con mi compañera de cama como se debe.

Tras repasar mi reflejo salgo de la sala a la hora de escuchar unos gritos de Lhelian. Aun sopeso la reacción de la supuesta chica por lo que cuando me dispongo a acercarme a ella la chica se gira con una especie de sapo multicolor en la cara.

Exploto en una enorme carcajada al ver al animal pegado a su cara y la reacción de la daeliciana señalando al bicho multicolor. Cuando me estoy riendo de la chica un golpe húmedo impacta en mi hombro que me hace girar la cabeza hasta donde se humedece mi piel para encontrar que otro sapo igual que el de Lhelian se ha pegado a mi hombro croando mientras me mira fijamente hinchando su garganta.

Casi al momento Lhelian grita de una forma que no me gusta por lo que giro el cuello para descubrir que le ocurre pero, casi  al momento y sin esperarlo, siento una quemazón húmeda a la altura del omóplato en el que el sapo esta apostado por lo que soltando un grito de dolor comienzo a pegar saltitos y darle manotazos a la criatura.

Mientras giro dando sopapos, otros sapos se adhieren a mi cuerpo sobrepasando la cantidad de manotazos que puedo dar y mordiscos que puedo aguantar haciendo que de un traspiés caiga de culo teniendo la espalda algo rígida y el brazo izquierdo totalmente inutilizado, desde el omóplato hasta la última falange.

Mientas estoy en el suelo tirada, consigo sacar la daga derecha y, uno a uno, voy acuchillando los sapos de mi cuerpo que no tardan en salir en desbandada al empalar a varios especímenes. Mientras estoy tirada en el suelo acuchillando a todo ser que se pone en mi radio de actuación escucho como el croar va cesando siendo sustituido por un traqueteo extraño.

Escucho a una de las chicas gritar por lo que me giro para descubrir que los sapos no huyen de nosotros, si no que los ha espantado esa especie de cosa grumosa que se encuentra encabritado y soltando coces a diestro y siniestro. Me intento incorporar apoyando la mano izquierda en el suelo para impulsarme pero, esta inutilizada, no hace lo que esperaba por lo que caigo de boca al suelo.

Una de las coces impacta sobre Alice lo que hace que tema que, si a ella le ha hecho poco daño, a mi podría reventarme la cabeza. No me da mucho tiempo de recomponerme del susto cuando un chillido nos sobrevuela haciendo que mire a los cielos para ver como una mancha gris lleva el anorak de Lhelian con él.

La idea de que se hayan comido a la chica me hizo pensar en que, si las criaturas se decantan por la buena carne, voy a ser la segunda en caer por lo que me incorporo rápidamente impulsándome con la otra mano  y salgo a correr agarrando mi brazo izquierdo que se mueve a su antojo. Los chicos corren bien pero a mi parecer son algo lentos a la hora de enfrentarse a los obstáculos del terreno.

Liderando el grupo voy dando saltos y esquivando piedras y demás escombros como buena traficante de gula que se precie. En Daelicia había tenido que aprender a correr por mi vida y, no podría encontrar momento mejor para poner en practica mis conocimientos. Al fin, y tras una interminable carrera, atisbo a ver al fondo el techo del torreón Letargo.

Sigue en el Torreón Letargo.

Ri entró siguiendo a Nero, y la sorpresa la hizo detenerse en el umbral. Dio un toque controlado en el hombro de su edeel.

- Esto era de lo que hablaba Marsi, por lo que veo.- la voz, una versión suave y femenina, tenía las mismas inflexiones de siempre. Quizás más que su cambio de sexo, les sorprendió  el cambio de vestuario. Sobre la figura estilizada y curvilínea de Nero no había ropa ajada y vieja, sino tela buena y prendas sinhadres. La mano izquierda estaba cubierta de anillos de madera, algunos con piedras preciosas. - ¿Dirías que estoy guapa?- dijo con sorna. Le dedicó una sonrisa predadora a Shaco, de refilón. Tenía unas curvas lamentables, pero no era nada a lo que hacer ascos. Además, se preguntaba si le incomodaría su nuevo aspecto. Había demostrado ser un torpe con las chicas.

- Hemos venido a buscar a Taro.- . Anriel como chico, era igual de anodina aunque un poco más alta. El pelo despeinado, de un largo descuidado,  llegaba a  la mandíbula y tenía un flequillo desigualado que parecía haber sido repasado varias veces con tijera para no molestar a los ojos. Aún tenía sus brazalates,  y llevaba un conjunto sencillo gris ratón, arrugado pero claramente tan caro como el de su pareja.  Los bordados en plata, los adornos caros... era como volver a despertar en casa.

El aprendiz iba al frente del grupo y, en su peinado de la zona, hallaron una casa cerrada. Uno tras otro, fueron entrando, algo imprudentes por no entrar por grupos, pero tenian la magia de su lado en cualquier caso. Poco podria haber entendido el pobre infeliz de la situación en la que se encontraban. Lo primero que notó fue una ligera sensacion termica parecida al frescor en las piernas. Algo extrañado, miró hacia abajo. Una pomposa falda de felpa de un color rojo sangre le saludó con un ligero meneillo. Al instante, un chillido de sorpresa manó en su garganta, pero no legó a surcar los aires como de costumbre, pues se habia tapado la boca al oir aquella voz, igual de chillona, pero a la vez tan diferente.
Entonces notó otro cambio más. Sus manos, normalmente libres, llevaban ahora unos mitones del mismo color que su falda. Contempló sus manos con una mezcla de incredulidad y sorpresa. Eran sus manos pero eran tan diferentes, estaban más cuidadas y, en general, parecian mas delicadas, pero aun asi sabia que podia repartir unos buenos guantazos con ella.

No llegó a fijarse más en si misma, pues dio cuenta de los demás y, entonces, de su garganta, brotó su ruidosa risa, de nuevo sonando completamente diferente, pero sin dudar por un momento que aquella era su voz.
-¡Nos han hecho toda una regla sesenta y tres aquí!-comentó, desternillandose, mientras se fijaba uno a uno en los presentes. Por un momentó, dedicó su mirada a Nero y a Ri y, la chica que era Nero entonces, igual de escalofriante que cuando era chico, solo que esta vez con delantera, le dedicó una mirada que no le gustó para nada. Dando un brinco y abrazándose los hombros defensivamente en una postura que haria orgulloso a un flamenco, soltó algo por debajo de su aliento.
-¿N-Necesito un adulto?-

Fue entonces cuando, de nuevo, se dio cuenta de otro cambio. En su pecho concretamente. Su espiritu friki le llamaba a remarcar que el diseño del escudo del capitán america habia sido reemplazado por un dibujo minimalista de uno de los personajes más famosos de Hasbro, Rainbowdash, perteneciente a la serie "My Little Pony: Friendship is Magic", pero su testosterona le clamaba en la falta de ciertos bultos notables en su delantera.
-No estan...-dijo, preocupada, mientras se palpaba el pecho, nerviosamente.-¡No estan! ¡Se han ido! ¡Me los han robado!-exclamó, apunto de sollozar.-¡Me han hecho un Manyuu Hikenchou!-exclamó dolida, mientras caia de rodillas contra el suelo. Iracunda, golpeó este mismo con el puño, sendas lágrimas corriendo por su rostro.-¡Malditas seais, Lesbianas Piratas Ninjas Samurai Cyboyg del Espacio Exterior! ¡Recuperaré mi delantera cueste lo que cueste! ¡Y mis batidos traeran a todos los chicos al patio~!-terminó por canturrear.

Pero el momento pasó y, de un brinco, volvió a verse de pie y trotando hacia un espejo cercano. Haciendo todo tipo de muecas absurdas y posturas de diferente escala, desde guerreros sentai, pasando por personajes de JJBA y finalmente acabando el tipico forastero del viejo oeste en el duelo por su vida. Examinó su pelo, más largo pero igual de desordenado. Su flequillo apenas habia cambiado, mientras que, remontando su cabeza, en vez de sus desafiantes pinchos aerodinamicos, descubrió dos pequeños recogidos a ambos lados de la cabeza. El pelo, torpe y apresuradamente recogido para formar como dos pequeños bollos chinos mientras que la caida de su pelo, en vez de rígida y puntiaguda, habia acabado por ser rizada y abundante, como una gran maraña desordenada de rizos para todos los tamaños y gustos pero, como si poseyese una magia propia, no eran feos para nada. Las botas eran practicamente las mismas y, en las piernas llevaba unas medias gruesas del mismo color que la falda y los mitones. Afianzandose la bufanda sobre el cuello, se lanzó un piropo.
-Te ves bien, nena.-y se dedicó un guiño. Quizás por el recien descubierto placer por el narcisismo o porque una chica mona al otro lado del espejo le habia lanzado un piropo, la aprendiz se agarró las mejillas sonrojada y dio saltitos a la pata coja, intercalando los pies, mientras dejaba escapar chilliditos extasiados.
Contemplandose en el espejo de nuevo, algo coqueta, comenzó a recorrer su cuerpo con las manos, como recalcando en todas las formas, para finalmente posarse sobre su pecho de nuevo y su sonrisa desaparecer de su cara.
-¡Siempre me habia tildado de Shota! ¡Pero nunca llegue a pensar que seria una Loli en mi r63!-exlamó al borde de las lágrimas de nuevo. Arrastrando los pies, volvió con el grupo, canturreando.
-Plano~ Plano~ Suave y Plano~
Plano~ Plano~ Suave como un Bollito~
Plano~ Plano~ Plana como una Tabla de Planchar~-
Para finalmente, romper en más lágrimas, mientras se acariciaba viciosamente su escasa delantera, con la esperanza de que creciera como una seta.

En cuanto escuchó hablar de salir, rápidamente dejó de vagar sin rumbo por el torreón y se preparó para la expedición. Volvían a salir a buscar a Taro, pero al menos esta vez iban a ampliar la búsqueda y mirar en otros sitios. Para él eso era explorar, aquello para lo que vivía.

Entró el último en aquel edificio que, a diferencia de los cercanos, estaba intacto y su sorpresa fue mayúscula al no reconocer a ninguno de los que tenía delante. “¿Cómo... cuándo...? ¿Quiénes son estos? ¿Y donde están los otros?”
En ningún momento pensó que  los de delante fueran sus compañeros con sexos distintos. De hecho no se preocupaba demasiado en aprenderse las diferencias de sexo entre sus especies. Tan solo había memorizado quien era chico y quien chica sin preocuparse del por qué. Encima, como no había estado atento en su día, no recordaba lo que Marsi había dicho de este lugar.

-Esto... hola...- No llegó a decir más, ya que el comportamiento extravagante de una de las chicas, tan parecido al del niño árbol hizo que los engranajes de su cabeza encajaran correctamente de casualidad. Y gracias a eso comprendió que eran ellos, solo que cambiados.

En lo referente al aspecto del insecto. Fue incapaz de notar ningún cambio, y no era raro, ya que entre los clinger no hay ninguna diferencia de género aparente. Si hubiera otro clinger con ellos se habría dado cuenta de que su sexo era el opuesto al que debería, pero sin nadie que pudiera captar los cambios hormonales con los que identifican el género de otros de su raza esto no era posible.

Así Xalk no se dio cuenta de que ahora era una mujer. Había habido cambios en su vestuario, pero como  su poncho se había conservado, y dichos cambios eran de cosas que este tapaba, pues tampoco los notó.

-¡Halaaaa! ¡Habéis cambiado todos que chuladaaa!- Comenzó a decir mientras comenzaba a correr dando vueltas alrededor de cada uno para verlos mejor.

Cuando llegaron a la casa circular ya habían sufrido un largo rato de buscar en vano. Cío curioseaba todo lo que le llamaba la atención, siempre con precaución, aunque pocas cosas le interesaban de verdad en aquella zona abandonada. Entró junto a los demás, pero cuidándose de no ser el primero. Aquel edificio destacaba sobre los otros, y le preocupaba qué se podrían encontrar dentro. Cuando le llegó una voz extraña pero de tono de sobras conocido se sorprendió mucho, pero recordó enseguida la historia de Marsi al haber sido mencionada. La voz era de una extravagante nueva versión de Nero, con los pechos hinchados característicos de las mujeres de los otros mundos y con una vestimenta que contrastaba bastante con la que llevaba un momento atrás. Ri, a su lado, también se veía muy diferente como chico, pero el cambio llamaba menos la atención. La vista de Cío se desvió rápidamente a Shaco, que correteaba por la casa diciendo incoherencias, pero al haber comprendido por fin donde estaban lo que tenía prioridad era verse a sí mismo.

Aquella magia le había dado un aspecto bastante diferente, y pudo comprobarlo en uno de tantos espejos que había en aquella sala. Era perceptiblemente más bajo como chica, tenía el pelo considerablemente más largo y ropa más bien escasa. «Bien. Parece que me han convertido en fresca». Se toqueteó la cinta del pelo y después la nuca, que ya no estaba rapada. Aquella situación resultaba tan extraña e incómoda que daban ganas de salir rápidamente de la casa, pero le podía la curiosidad. Se ajustó el chaleco corto, que le dejaba gran parte de la barriga al aire. Se había acostumbrado rápido a no llevar la ropa térmica cuando llegó a la ciudad, pero con aquella prenda corta se sentía un poco incómodo. El pantalón igual, dejaba los muslos al aire, y de la rodilla para abajo lo cubrían las botas, ahora más altas, pero similares en diseño. De hecho, toda la ropa era semejante, también en color, salvando las diferencias evidentes.

Después de todas las comprobaciones que hizo delante del espejo sin demasiado pudor, le tocó el turno a observar a sus compañeros. Si Archi cambiaba más bien poco, Xalk nisiquiera lo hacía. Shaco se frotaba el pecho y parecía amargado por algún motivo.
—¿Qué clase de chalado gasta magia en encantar una casa para esto? —preguntó por oír su propia voz. En realidad sí podía imaginarse propósitos para la casa, pero él al menos se apostaría en la entrada para cobrar el pase—. Bien, pues busquemos. Espero que no sea muy lioso para salir después —respondió a Archi.
Aunque fuesen a reanudar la búsqueda, seguir con las bromas y las distracciones era inevitable. Del cinturón aún le colgaba el alfanje, y le alivió verlo porque no le habría hecho gracia que se perdiera con los cambios de la casa.
—¿Qué os pasa a vosotros con eso de ser planos? —le preguntó a Shaco mientras se ponían en marcha, alzando una ceja.

- ¿Lo necesitas?- dijo Nero con un frunce de labios pícaro. Se río y cuando el grupo siguió avanzando, fue detrás. Se enteró de la pregunta de Cio porque había decidido no alejarse mucho de la fuente de su diversión.- Es una cuestión de autoestima para algunas, Cio. Quizás Shaco se siente menos mujer. Pero no te preocupes, pequeña, lo que cuenta es el encanto- le guiñó un ojo complice y se dirigió a Cio con normalidad.- Tengo curiosidad, ¿como es vuestro pecho? Si no es indiscreción.

La aprendiz soltó un pequeño gruñido de pura frustración ante las palabras de...
>> ¿Tia? ¡Tia!

Y le respondió.
-¡Los pechos grandes en una hermana mayor lo son todo! ¡Mueven la sociedad hacia adelante!-dijo poniendo las manos delante de su pecho y estrujando el aire.-¡Sin buena delantera no llegas a nada en esta vida!-dijo, estresada mientras se tiraba de los pelos.-¡No quiero ser una loli!-sollozó.

Fue entonces cuando Nero le intentó animar. Por tonto que pareciese lo hizo, quizas en otro de sus cambios anímicos, las palabras del sinhadre, ahora mujer, se subieron a la ola, logrando un efecto devastador.
-¡E-Es verdad! ¡Los pechos planos te dan estatus!-y entonces forzó una risa.-¡Podriais aprender de mi y conseguiros un estatus!-bramó, triunfante con otra carcajada.

Xalk estaba encantado con todo lo que sucedía a su alrededor. No entendía ni jota de lo que pasaba, pero tampoco tenía interés por entenderlo. Eran cosas raras y nuevas, con eso bastaba.

Cuando avanzaron, les recibió una habitación que, aunque podría considerarse “normal” según los estándares de la mayoría, no llegaba a hacerlo debido a un problema de perspectiva.
Era una estancia pequeña, de paredes blancas e iluminada, aunque el origen de la luz no era visible. En ella había unas cuantas sillas todas alrededor de una mesa redonda. Sobre la mesa había tazas sobre sus respectivos platos, así como cucharillas y una tetera en el centro.
Hasta aquí todo normal. La peculiaridad residía en que toda la habitación estaba al revés. Y en lo que debía ser el suelo colgaba una lámpara de araña sin velas, como si la gravedad allí funcionara a la inversa, pero no era así. Las mesas, sillas y demás vajilla debían estar pegadas al techo o a los muebles para no caer.

-Oooohhhhh. ¡Qué genial!- Soltó el insecto en cuanto lo vio. Inmediatamente trepó por la pared más cercana y luego se desplazó por el techo hasta una silla. De la forma más natural que pudo se sentó sobre ella boca abajo, en un intento de parecer natural, aunque tuvo que cruzar sus piernas por debajo (¿o era encima?) de dicha silla para no caer.

-¡Vaya! ¡Pero si estáis en el techo todos! ¿Cómo habrá pasado? ¡Bajad a tomaros algo anda! ¿Pooorfa?- Soltó el clinger muy animado mientras agitaba sus brazos en su dirección. No esperaba que subieran, pero quizás podría ver a alguno como el árbol frutal intentarlo.

«¿Hermana mayor? ¿Qué?». Como siempre, Shaco solo conseguía liarlo más, de modo que no se molestaba en pedir aclaración. Llego, de hecho, una explicación un poco mejor por parte de Nero, pero aun así le costaba un poco entenderlo.
—¿Qué utilidad tiene que pesen? Las madres siempre se quejan de eso. —Mientras decía aquello retiró las manos que inconscientemente iban tapando la piel que le quedaba al aire—. Es igual que antes, no tiene más.
Dado que su chaleco se abría por la parte inferior tenían que estar cansados de ver más de lo mismo. La explicación detallada se la dejó a Archi, y él siguió curioseando el cuarto, sin ser capaz de dejar de toquetearse el pelo distraídamente.

La siguiente habitación era incluso mareante, con su suelo invertido. Daba la impresión de que los muebles podían desprenderse sobre sus cabezas de un momento a otro. Y Xalk, ni corto ni perezoso, se acercó a ellos e incluso se “sentó” en una silla.
—Si es alguna especie de trampa no nos hacemos responsables. —Pero nada pasó, y desde luego él no pensaba intentar trepar haciendo lo imposible. Lo que no se esperaba era que el primero en seguir al loco del clinger fuese Archi. Era casi como verlo meterse en un juego infantil, por eso era tan impropio de él. Pero en el fondo sabía que, de poder, probablemente estaría haciendo lo mismo, pero en vez de decirlo se acercó a la siguiente puerta—. No deberíamos perder mucho tiempo aquí dentro.