Al principio apenas fue consciente de que Roaxen estaba hablándole, pero el contacto de su mano en el hombro le hizo sobresaltarse, provocando que la niebla se dispersase un poco. Levantó la cabeza de sus rodillas, aunque su mirada se clavó en el cuerpo humeante, aunque cada vez menos, de Sekkeh y permaneció rígida en aquella postura, sin mirar hacia el xolnita. Mientras escuchaba al capellán tratando de infundirle ánimo, ella tan solo temblaba ligeramente. No tenía muy claro por qué lo hacía; no sabía si era el contacto de la mano en su hombro o si había empezado a asimilar todo lo que estaba pasando y ello se manifestaba de aquella forma. Probablemente ambas cosas. Tan solo se giró hacia Roaxen cuando le tendió una mano. Una de las suyas comenzó a moverse por inercia, dubitativa. Pero sabía que el xolnita tenía razón. Ella era la única en buenas condiciones y los demás le necesitaban. En aquel instante, mientras observaba los el vacío infinito que eran ahora los ojos del capellán, se sintió terriblemente egoísta. Pero no podía permitir mortificarse por ello en aquel instante.
Dejó caer su mano antes de llegar a tocar la de Roaxen, no obstante, cuando sintió a Varsai lanzarse hacia ella a una velocidad imposible. Fue entonces cuando vio por primera vez los cambios que habían sufrido ella y Devoss… Apenas podía creérselo. El lametón de la varmana no consiguió reacción alguna en ella, pues todavía estaba asimilando que se habían transformado en felinos. No sabía que decir, e inconscientemente colocó una de sus manos sobre la cabeza peluda del leopardo que era Varsai mientras observaba como el tigre que antes había sido humano se sentaba cerca.
—¿Por qué os ha sucedido esto y yo…? ¡Jace!
La voz en su mente le hizo mirar en dirección al estadounidense y, aunque ya había captado algo imposible en él con anterioridad, no fue hasta que lo vio con sus propios ojos que se dio cuenta de que era lo que había sucedido con él. Nadie mejor que ella podía saber en aquel momento con toda certeza, estando en el interior de la niebla, que seguía vivo, pero parecía que aquella noche iba a necesitar deshacerse de la lógica para prevenir intentar despertar de alguna clase de pesadilla que incluía una buena dosis de imaginación. La impresión inicial le había hecho levantarse de golpe, no obstante, y el banco de niebla había vuelto a expandirse, haciéndose el elemento alrededor del grupo menos espeso y por tanto permitiendo mejor visibilidad.
—Sekkeh está vivo, puedo sentirlo —le aseguró al humano sin ser capaz de despegar la mirada del lugar que antes había ocupado su cabeza.
El humo que surgía de su cuello se entremezclaba con la niebla, aunque ella de alguna manera era capaz de notar de forma definida donde empezaba y terminaba cada uno, como si alguien hubiese marcado con tinta el contorno del humo que emanaba de Jace.
>>Tal vez sea una pregunta estúpida pero… ¿estás bien, Jace? Quiero decir… Ya sabes… —Sacudió la cabeza, tratando de ordenar sus pensamientos—. Sigrún está muerto, su cuerpo está ahí —se apresuró a responder a su pregunta, señalando en la dirección debida—. Él… intentó atacarnos a Sekkeh y a mí, controlaba alguna clase de seres invisibles.
Quiso seguir explicándose y aclarar lo que había ocurrido, pero un nudo en su garganta la previno de continuar mientras se fijaba en qué era lo que había hecho Roaxen sobre el cadáver del albino. Se vio obligada a desterrar los recuerdos que tenía en común con el difunto, de cuando practicaban magia juntos. Necesitaba endurecerse. Al fin y al cabo él había matado a Vorela y sentir alguna clase de compasión por un asesino no iba a ayudarla en nada. Pero no era tan sencillo, especialmente cuando había existido una posibilidad de que ella hubiese podido evitar la muerte de la libense.