Primer sueño de Eorlir

Se disponía a ayudar a Tay a abrir la puerta cuando Nad se adelantó. El sinhadre se estremeció con la violencia del golpe, pero la armadura lo encontraba divertido. Y Tay decía que tenía mala memoria. ¿Qué diablos estaría pasando? Sin embargo, según el pincel Tayron, Ina estaba allí. A Eorlir no le bastó saber más para encaminarse decididamente dentro del castillo. Aún así, no le quedaba del todo claro lo que se esperaba de él. Decían que ayudaría a la Reina. ¿Pero a qué reina? y... ¿cómo podía ayudarla él?

En el pasillo, el edeel se estremecía ante las imágenes de las gárgolas. Hizo un esfuerzo para no fijarse en los detalles, contraviniendo toda su deformación profesional como artista. No quería devolverlo todo ahi enmedio. Se dirigía hacia las escaleras cuando la voz de Sox le hizo detenerse en seco. Le buscaba con la mirada, preocupado por no encontrarle y pisando con cuidado el suelo al moverse para evitar pisar a Tay. Cuando descubrió al carabés, la cabeza empezó a dolerle.

-¿Que se deje...? ¡¿Por qué no recuerdo nada?! "Nad es una armadura, Tay es un pincel, Sox es una tetera. No. Esto está mal... Esto está muy mal..." -se miró las manos, las piernas y el cuerpo para ver si estaba todo en su sitio.

Miró hacia sus dos compañeros. A falta de otra cosa que hacer, suspiró.

-¿Está arriba? La reina, digo...

Cada vez se sentía más confundido. Sin embargo, empezaba a molestarle mucho que no le dijeran lo que estaba sucediendo.

-Podría actuar mejor si me comentarais lo que sucede, ¿sabeis? -suspiró, rindiéndose. No le iban a dar explicación alguna. Sólo hubo un comentario de Sox sobre la cena de la reina y una mención de Tay sobre que estaba de mal humor. "Pues parece que quien va a cargar con las culpas seré yo, eh... Vaya compañeros de torreón."

Una vez sus compañeros se fueron, volvió aquella sensación inquietante de sentirse observado, junto con el silencio que le ponía los pelos de punta. Miró a su alrededor, desesperado por encontrar una respuesta, cuando un brillo en el ojo de una gárgola captó su atención. O al menos eso le pareció, porque cuando se aproximó a dicha estatua no vió nada fuera de lo común a pesar de que la examinó a conciencia. Ahora que sí que se había detenido a observar una, comprobaba que, efectivamente, el nivel del escultor debía ser muy elevado. Los detalles de las vísceras eran excepcionales, aunque aquello le provocaba náuseas.

Se sobresaltó con el sonido de las llamas, y más aún cuando las velas se empezaron a encender, marcándole el camino. Como hipnotizado empezó a andar, siguiendo las velas. "¿Eres idiota? No sigas las luces!" Sin hacerse caso a sí mismo, siguió subiendo, y giró por el lateral que marcaban las velas. "¡BASTA! No seguir las luces!"

Sin siquiera darse cuenta, se encontró delante de la puerta del comedor. Se sobresaltó con el ruido del trueno y miró por la ventana. Agradeció por primera vez estar a cubierto en aquel castillo. Con el temporal que parecía desatarse afuera, al menos estaría calentito. Sin embargo, el gruñido que oyó del interior de la sala le hizo tener un escalofrío. Sin más opciones, abrió la puerta lentamente, echando un vistazo dentro.

Al principio sólo se fijó en la comida de la mesa. No recordaba cuándo había comido por última vez, y la comida se le antojaba apetitosa. Cuando vió a la criatura que presidía la mesa, sin embargo, se le cortó el apetito de golpe. Abrió mucho los ojos, tentado de dar media vuelta y salir de allí corriendo, poniendo entre medias de él y aquella criatura cuantos kilómetros fueran posibles, pero se quedó clavado en el sitio. Acababa de ver el pelaje rosado. "¿Ina...? No es posible..." Vió que se llenaba la taza con Sox-tetera. "¿Eres la reina...? Pero... ¿Desde cuándo...? ¿Por qué estás...?"

Sin poder articular palabra, tomó asiento. No entendía lo que estaba sucediendo allí, el cerebro se le había bloqueado por completo. Apenas entendía lo que le decía la criatura que intentaba parecerse a Ina, pero hizo un esfuerzo para recomponerse. Tenía que hacer algo, lo que fuera, para descubrir qué diablos había sucedido allí, por qué sus compañeros de torreón se habían convertido en objetos cotidianos, cómo era posible que una muerta hubiera dado vida a una armadura y por qué su aurva era una bestia como aquella. "No puede ser Ina. Ina nunca me hubiera rugido de este modo..."

-Para ser sincero... -carraspeó, intentando que no se notaran sus nervios-. Ni yo sé a lo que he venido. No recuerdo nada... Sólo estar en el bosque rodeado de niebla... Pero sí que... agradezco poder quedarme... la tormenta es fea afuera... -tragó saliva, muerto de miedo. De no estar la mesa llena de comida, se hubiera temido ser el plato principal en la cena de aquella criatura. Examinó a la criatura, buscando algún detalle que negara su creciente temor de que su otra mitad se hubiera convertido en... eso.

"¿Obtener un poder...? ¿De qué diablos habla...? ¡¿Qué ha sucedido?!" A Eorlir la cabeza le daba cada vez más vueltas. Todo aquello era un sinsentido, no había forma alguna de entenderlo. Estaba tan pensativo que le pilló por sorpresa cuando la bestia se levantó.

-Eh... ¡Espera! ¿Podrías... -se le cayó el alma al suelo cuando dio el portazo-. ...explicarme lo que está sucediendo...?

Sin embargo, aquello no había terminado aún. La voz de Mónica sonó en la sala. Miró entre los objetos, suspirando. Ya había aceptado lo que les había sucedido a sus compañeros de torreón. Y, efectivamente, Mónica era otro objeto, un espejo de mano esta vez. Eorlir se dirigió a cogerlo con cuidado con el corazón en un puño. Aunque antes se había mirado las manos y las piernas, si todos se habían transformado en cosas... Temía que él también hubiera cambiado, que algo en su cara delatara que ya no era un sinhadre. Temía descubrir que se había transformado en un monstruo. Temía comprobar que la Bestia era, efectivamente, Ina.

-Mira, Mon, no sé que dices de última esperanza... ¡Ni siquiera sé cómo he llegado aquí! Si al menos alguien me contara algo... -suspiró, cogiendo a Monica-. Pero supongo que tú tampoco dirás nada. "Si no me dices nada... al menos muéstramelo." -Armándose de valor, miró al espejo.

-¡No, no se nada! ¡Se lo he dicho a Nad, a Tayron, a Sox y a... Ina! -mira al techo, con cara de suplicio- ¡Gracias por ser la primera que lo entiende y que me va a informar! -Sonrió por primera vez. No sólo porque iba a entender al fin por qué sucedía lo que estaba sucediendo, sinó porque la actitud de la madrileña siempre le sacaba una sonrisa, y esa vez no fué una excepción.

No podía apartar la mirada del espejo. No recordaba ninguna de esas imágenes, no recordaba de quién escapaba con el grupo por las calles de la ciudad maldita. Tampoco recordaba la trampa roja que había atrapado al grupo, como tampoco recordaba haber corrido tras ellos. La serie de imágenes le habían proporcionado más preguntas aún, pero al menos comprendía por qué era el único normal. Miró a Espejo-Monica.

-Así que lo de "reina"... ¿le vino de golpe? ¿Y cómo es que no podéis abandonar el castillo...? -bufó-. Si supiera hacer magia os sacaba de este lío. Pero... ¿qué puedo hacer? -Monica le explicó que debía convencer a la reina de que les dejase libres-. Pero ¿cómo? Si parece que ahora tampoco me escucha a mí... -miró de nuevo al espejo-. ¿Y quién fue el que os lo dijo? ¿Quién vino al castillo y cómo sabía lo que se tiene que hacer para solucionar eso? -suspiró y miró hacia la puerta por donde Ina-bestia se había ido-. Intentaré que os deje libres. En cuanto a lo otro... deshacer esto... revertir la trampa... lo veo más crudo. Lo único que sé hacer bien es... pintar cuadros. Si eso no ayuda, no sé que más hacer.

Sin embargo, seguía habiendo algo que le molestaba, como un moscardón zumbándole en el cerebro. ¿Cómo diablos estaba allí Nad? Entendía que los demás se hubieran transformado por un hechizo, pero Nad no iba con ellos... diablos, Nad estaba muerta, era imposible que pudiera estar con ellos viva, con sus recuerdos, su habla, su actitud...

-¿Y Nad? ¿Qué hace aquí? ¿Quién la trajo? Estaba muerta... le dispararon... Y no se puede devolver a un muerto a la vida, no... es imposible...

Eorlir gruño ante el control que, según Monica, Ina tenía sobre ellos. No era para nada propio de su aurva, tan tímida, callada y asustadiza. Se empezaba a preguntar si la transformación le había afectado a la cabeza además de al cuerpo. También se preguntaba sobre el causante de la barrera. ¿Había sido la propia Ina o era otra la causa?

El sinhadre pestañeó ante la imagen del ser que les había dicho que él era su única esperanza. Como bien decía Monica, no inspiraba mucha confianza. De hecho, si tuviera otra opción, Eorlir no le haría caso. Pero estaban desesperados.

-Hm. No tenemos nada más, ¿no? -rodó los ojos-. No sé por qué, pero viniendo de ese tío, lo de "llegarle al corazón" a Ina bien puede ser arrancárselo. Y no me apetece lo más mínimo hacer eso... -dejó el espejo de pie, apoyado en la mesa-. Intentaré usar mis cuadros para ayudaros. Esperemos que sirvan. Si no... No sé qué más hacer. "Lo del besito... En fin. Ya te explicamos que no eramos pareja, que somos dos partes de un todo..." -Eorlir se forzó a sonreír-. Gracias por explicármelo. Hm... Si voy a pintar necesitaré a Tayron... "Lo siento, Tay, pero te tendré que usar para pintar..."

Lo de Nad seguía molestándole. No creía posible que ella, por sí misma, hubiera podido volver a la vida. Aún aceptando que en ése lugar la magia existía (cosa no muy difícil, teniendo en cuenta lo que había visto), y aún aceptando que se podía devolver la vida a los muertos, seguía sin entrarle en la cabeza que un muerto pudiera levantarse tan tranquilamente sin que alguien le echara un cable. ¿Había sido el desconocido? ¿La propia Ina? ¿O había alguien más?

Eorlir se quedó pensativo. ¿También había un lienzo? ¿Quien sería? ¿Lorenzo? Él esperaba que el español se hubiera convertido en una espada o algo así. Quizás era Barael... En todo caso lo vería pronto. Miró a Monica de nuevo.

-Es de momento la mejor idea que tenemos, así que lo intentaré. Esperemos que no le dé un ataque de rabia o algo así y decida pagarlo conmigo. Mañana le pediré que pose... -parpadeó al ver que Monica parecía apagarse-. ¿Monica? ¿Qué luces...? -se quedó mirando un buen rato el espejo. Parecía haberse apagado de golpe, la vida había dejado aquel objeto y ya no tenía los rasgos de su amiga. Suponía que Sox la tetera también se habría "dormido", y él mismo empezaba a estar cansado, así que hizo caso a la madrileña y se dirigió a la habitación que le había indicado. Miró el lienzo y lo destapó para comprobar si por algún casual seguía despierto. Suspiró y echó un vistazo por la ventana antes de cerrar las cortinas y echarse a la cama, pensativo y sin poder dormirse inmediatamente.

Todo aquello era surrealista, y lo peor es que todos en aquel castillo esperaban que él, de algún modo, lo solucionara todo. Nunca había sido un héroe ni se le había dado bien liberar a nadie. Él sólo era un joven edeel pintor acabado de unir a su aurva, nada más. Sin embargo, su otra mitad se hallaba atrapada en un cuerpo totalmente diferente al suyo y, por lo que podía ver, su forma de ser se estaba contaminando también. La Ina tímida de antaño había dado paso a una figura autoritaria que casaba bien con su aspecto de monstruo. De hecho, temía que si llegaba demasiado tarde le resultara imposible convencerla de volver atrás y que cada vez se volviera más déspota. Al día siguiente, sin falta, tendría que probar lo que le sugería Monica y rezar para que la idea tuviera éxito.

Se estremeció con la tormenta. Se dió la vuelta de espaldas a la ventana y cerró los ojos, intentando dormir. "Mañana será otro día... espero"

Se despertó de golpe por culpa del trueno. Gruñó, de mal humor. No había dormido bien: había soñado con dos ojos que le miraban como si fueran de un depredador, que parecían vigilarle y que podían decidir cuando quisieran que el juego se había terminado y acabar con él. La sensación de estar indefenso era peor aún porque el día anterior se había sentido vigilado constantemente, hasta antes de dormir. Se llevó una mano a la cara y trató de despejarse.

Nada más oír la voz de Eriel se levantó de golpe, mirando alrededor. Al no verle, clavó sus ojos en el lienzo y se levantó de golpe. Lo destapó de nuevo y buscó su rostro. Sonrió al verle.

-Buenos días... -le miró algo preocupado-. Sí, tengo que intentarlo. Perdón de antemano por pintarte, ¿vale? -gruñó-. Necesito a Tayron. Y pintura... ¿Dónde puedo encontrar ambas cosas?

Mientras se preparaba para salir de la habitación, miró a Lienzo-Eriel, con las dudas escritas en la cara. Le preguntó lo que llevaba desde el día anterior atenazándole el pecho.

-Y si... ¿Y si no funciona? ¿Qué haremos?

Eorlir sacó la pintura para tenerla ya preparada. Asintió ante las palabras de Eriel.

-Esperemos que sirváis para éste propósito. Esperemos que el que os dijo lo que teníamos que hacer no se equivoque... "o no nos haya engañado a todos y pretenda matarnos." Por si acaso, seguid pensando en lo que podría servir. -sonrió a Eriel, algo triste. No confiaba en tener mucho éxito, pero al menos iba a intentarlo.

Salió del cuarto con cara de circunstancias, y tuvo que respirar profundamente unos segundos para poder componer una sonrisa decente. Se acercó a la habitación de su aurva cuidadosamente, sin poder dejar de fijarse en las gárgolas destrozadas, sospechando que el destrozo era obra de Ina. Al llegar a la puerta de su habitación y fijarse en su estado, tragó saliva. No había ninguna duda. Por algún motivo, Ina había destrozado esa parte del castillo. Tembló ante la perspectiva de presentarse ante ella, pero no podía echarse atrás.

Mientras llamaba a la puerta de la habitación, se le pasó por la cabeza que quizás ese plan no era tan bueno. Que quizás verse como era antes la volvía violenta. Que en la habitación estaría encerrado con ella y que probablemente sería el primero con quien descargara su ira. Tragó saliva antes de hablar.

-Ina... me gustaría pintar un cuadro sobre ti... eh... si no te importa, ¿podrías venir a mi habitación y posar...? Me gustaría mucho pintar un cuadro tuyo, hace tiempo que no...