Avenida de las Casas Carnívoras

Por las respuestas de las chicas caminaba ahora lentamente mirando a todos lados pensando en la necesidad que tenían de poner algo mas de color en las casas. La manera de pasar de todos me resulto bastante entrenido aunque hubiese jurado que ese chico peludo al que llaman Ozzy acabaría en la fosa pero la actuación de la chica me resultó incluso graciosa.

El pasar casa derruida tras casa derruida o explanada inerte comenzaba a aburrirme. Solo levanto la vista para cerciorarme de que la bañera siguiese estando en mi campo de visión. -Espero que no acabemos muy lejos del lugar seguro. ¿Seguís pensando que no es buena idea eso de correr un poco? Una pequeña carrera siempre viene bien. O eso dicen.- Digo poniendo mi mejor sonrisa y saltando una piedra en el camino.

Al alzar la cabeza para vislumbrar de nuevo la cesta puedo ver que la bañera se ha desplazado y esta desapareciendo tras unos edificios. "Si hubiese conseguido que se moviesen todos algo mas rápido. Bueno quizás solo tenga que esperar para ver como corren. Ellas tienen razón con lo de la energía. Ya que si no corren lo suficiente se los acaban eliminando de este mundo. Debo hacer que anden algo mas rápido."

-Chicas no es por acabar siendo pesada pero la bañera se escapa.- Me coloco cerca de Álvaro poniéndome casi a su espalda y mirándole sonriendo nada mas llegar a la esquina y ver como a unos treinta metros la bañera esta dejando las cestas. "Mmm No parece haber nada como lo que he visto en esa primera experiencia con las cestas." -Mira allí la bañera acaba de dejar su contenido. ¿Que tal si vamos juntos a por ellas?- Tras decir esto empujo muy levemente con mi hombro a el chico que me mira algo extrañado.

-Vamos solo esta a unos pasos de distancia. Ademas si viene algún tipo de insecto como el de ese cementerio pues ella tiene su látigo, eso tiene sus dientes y vosotros teneeeis.- En ese momento hago una pausa para intentar ver algo con lo que pudiesen defenderse por lo que al no ver nada medio señalable sonrío señalando una piedra.- Pues vosotros tenéis unas piernas algo descoloridas pero que espero que podáis usar para correr y espero que buenos brazos para tirar lo que encontréis. Una piedra o un tablón o incluso algún animal pequeño si lo encontráis por poner un ejemplo.- "O algún compañero inepto." Remato para mis adentros mientras hago el amago de caminar hacia delante con la intención de que alguien diese el primer paso pero decidida a ir lentamente hasta que alguien la siguiese.

Al final el madero sirvió y todos pasamos. Lo más peligroso fue Ozzy, a quien hizo pasar Sura... Sara atándole del látigo de Marsi sin mayores problemas <<Tengo que averiguar qué es>> Luego se decidió -lo decidió Marsi realmente pero era buena idea- ir tras la bañera solitaria pero sin correr como Kora dijera, para reservar energías. Y sí, cierto, estábamos en un sitio desconocido con criaturas que podrían salirnos al paso..., todo lo contrario a mi estado alegre, pero bueno.

Sin perder de vista a la maldita bañera volante, llegamos a una amplia avenida. <<No parece usar combustible alguno. Y tampoco parece que haya ningún helicóptero llevándola... No pega un helicóptero con semejante sitio en ruinas. Magia, ¿pues? Criaturas fantásticas, viejas ruinas, cicatrices que cruzan la ciudad, magia... El sueño de todo lector, excepto de los cobardicas>> pensaba divertida.

La diversión, sin embargo, duró poco en cuanto centré mi vista en una de las casas del lugar. Habría jurado que era una casa, pero ahora era el edificio de acceso a la reserva donde trabajaba mi familia, lo cual no tenía sentido dadas las circunstancias. Pero sin darme cuenta me fui acercando a la acera, aunque como no quería separarme del grupo, me quedé en el borde de esta. En unos segundos vi la autocaravana aparecer, salida de ninguna parte, y a mi madre pidiendo ayuda para bajar a un canguro herido <<Malditos furtivos>> Y como también trajeron a las crías -para no separarlas- avisé a los demás.

-¡Eh, mirad que monadas!-señalando el sitio, y luego me giré para encarar la reserva.-¡Ahora voy!

Marsi aceleró al ver que descendía la bañera en medio de una avenida, pasando olímpicamente de los cargantes comentarios de la niña fruta. La varmana sabía que todo lo que salía de su boca era para tocar las narices, porque había conocido gente que usaba esas tácticas. Pero no le iba a arruinar el momento de tensión antes de ver qué contenían las dichosas cestas. Era comida normal. Había bastante variedad. Marsi fue mirando uno a uno los productos y ya calculaba el peso de una cesta para llevársela cuando Alice señaló algo. Era una casucha destartalada y fea, con tablones roidos que sobresalían como dientes. Al parecer ellos debían ver algo adorable ahí. Marsi frunció el ceño.

-No hay nada, Alice, es solo una casa vieja...

-¡Mar-Mar!

Aquella voz musical y absurdamente entusiasta le heló la sangre en las venas. Se giró muy lentamente y allí, en medio de un montón de escombros y porquería estaba su casa. Su chalecito de dos plantas con la cuadra en el patio, y su padre ensillando un osogrifo de plumas anaranjadas. Cerca del camino de entrada, una chica de su edad con el pelo verde corto y ondulado, a la moda del momento, llamaba su atención agitando una mano llena de pulseras. Tenía unos ojos brillantes y naranjas, y miraban a Marsi directamente.

-No puede ser... ¿Oriana?

-Vine a que tu padre le echase un vistazo a Mito. Pero está bien. Ven a dar una vuelta conmigo- le insistió- Tu padre ha hecho bizcochos, nos los podemos comer y luego salir. ¡Vamos!

Mmarsi se había quedado clavada en el sitio. Era imposible. ¿Qué hacía su casa ahí en medio? ¿Qué hacía Oriana en Rocavarancolia? Por un momento pensó que el espíritu la había traido tambien sin decirle nada y sintió ganas de tener un hacha a mano. Oriana no podía estar allí.... Miró a sus compañeros como pidiendo ayuda, preguntandose si ellos también la verían allí. Por su parte la presunta Oriana había empezado a hacer pucheros.

-Maaaaar ¿qué haces? ¿por qué no vienes? Va, que hay bizcochos ricos, y ayer me dijiste que querías quedar conmigo. Vaaaaa Marsiiiii...

Algo se rompió dentro de Marsi al pensar que su casa no podía estar allí, que era todo una ilusión. Cargó una cesta bajo el brazo y se dispuso a irse, pero antes cogió a Alice por el brazo, apretando con fuerza.

Oriana seguía gritando a su espalda. Pero ya no hacía pucheros.

-¡Pues si vas a pasar de mi ahí te quedas! Aburrida, siempre igual, vengo a verte y me ignoras. ¿Es que ya no quieres ser mi amiga? ¿Es eso? Pues me da igual, Nata es mejor amiga que tu,-

Marsi se mordía el labio inferior y lloraba. Su padre también había empezado a llamarla. Le preguntaba si estaba bien, si quería contarle algo. Si hubiese mirado atrás hubiese visto a su madre en la puerta de la casa.

-Hay... un torreón... allí... vamos...- dijo con la voz entrecortada.

En efecto allí había un torreon oculto bajo un manto de verde. Quería echar a correr y alejarse cuanto antes de aquella casa que parecía la suya, esconderse y no oir esas voces nunca más. Pero una parte de ella, la que más miedo le daba, quería correr hacia ellos y abrazarlos, y quedarse en su casa falsa. No. Quería volver a su casa de verdad.

Sigue en el Torreón Letargo.

Vimos la bañera descender en una calle llena de casas, y por suerte para nosotros deposito las cestas en un lugar que parecía fácilmente accesible, algunos se adelantaron a por las cestas y yo acabe yendo con el resto del grupo. Al poco de entrar en aquel sitio me asalto una mala sensación, un malestar que no sabia con que relacionar ya que aquel sitio parecía bastante tranquilo.

Alice nos dijo que miráramos hacia un sitio, y algo de unos monos, pero lejos de encontrarme eso vi a mi hermana a la puerta de casa, mi hermana con su cabello rojo al viento y sus ojos puros de niña pequeña. Mi primer impulso fue avanzar hacia ella, tras dar dos pasos con la mano alzada tratando de tocar aquella mera ilusión la realidad se impuso. Recordé como mi hermana había muerto en mis brazos y por tanto no podía estar viva, ni viva ni mucho menos en esta ciudad. La ilusión se rompió en mil pedazos y pude ver a través de ella, tan solo era una casa, y esa casa al parecer podía hacerte ver cosas, con que fin lo ignoraba.

Mi cuerpo comenzó a temblar de furia, había vuelto a ver a mi hermana, pero el como la había visto era lo que de verdad me enfurecía, todos los días la tenia en mis pensamientos, y ahora esta ciudad acababa de usar su imagen, su voz, para no sabia que.

Marsi notó que había una especie de torreón a lo lejos y hacia allí nos comenzamos a dirigir, recogí una de las cestas del suelo y con la otra mano sujete la de Ozzchreanos, seria mejor salir de allí cuanto antes.

En vez de conseguir mover al ochrorio prácticamente me arrastro el a mi, en dirección a una de las casas. <<Claro, no podía ser hacia el torreón, tienes que ir al peligro>>. Rápidamente me interpuse entre el y la casa e hice fuerza en contra de aquella mole, pero lo único que iba a conseguir con aquello era retrasarlo, debía pensar algo y rápido.

<<Bueno, si ha de ser a las malas....>>. No se me ocurría otra cosa, y además era lo que se me daba bien.

Deje la cesta en el suelo y me acerque a aquella mole peluda y con patas, con suavidad le recorri el cuelo hasta dar con el punto exacto y después presioné. Automáticamente Ozzchreanos cayó inconsciente, pero antes de que cayese al suelo lo sujeté, me lo cargué como pude y me dirigí a la salida.

-Que alguien coja las cestas por favor,- resoplé a causa del peso extra,- y vámonos antes de que este se despierte.

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Esta bañera parecía que iba a tardar más tiempo en pararse que la otra, aunque por mí estaba bien mientras no tirase la comida en una fosa común gigante infestada de gusanos gigantes. Cuando estábamos cerca de las cestas Kora se puso detrás de mí, diciendo que fuesemos juntos a por ellas, a saber por qué. Aunque no le presté mucha atención, porque en ese momento algo me hizo detenerme en seco. «Ese olor...»

Fue entonces cuando vi la casa de mis tíos en medio de la calle. Se escuchaba el ruido que mis primos hacían, probablemente en el patio trasero, y mi tía ya nos estaba llamando para comer. En ningún momento me pregunté qué hacía aquella casa en Rocavarancolia, y pronto me encaminé hacia ella.

Al dar unos pasos sentí como arrollaba a alguien que tiré al suelo. De la rapidez que llevaba yo mismo me caí, y justo a tiempo, porque un momento después escuche un ruido extraño de chasquido. Al levnatar la vista vi que una especie de lengua estaba donde había estado momentos antes, aunque pronto se volvió al lugar de donde había salido: la casa hacia la que había estado andando. Casa que ahora tenía otra forma, una bastante más siniestra que la ilusión con la que había querido engañarme.

—¡¿Pero qué cojones?! —no había que ser muy listo para darse cuenta que la casa había intentado comernos a mí y a Kora, que era a quien había tirado al suelo. Volví a ponerme en medio de la calle, lejos del resto de casas. La que había intentado comernos ahora dejaba que se viese como era de verdad, aunque el resto de casas de la calle comenzó a mostrar montones de imágenes distintas con las que intentaba atraernos*. Al momento de darme cuenta de lo que había pasado cerré los puños, bastante más furioso que cuando había visto al secuestrador. «Malditos hijos de puta. No os ha bastado con secuestrarnos, ¡¿no?! ¡Encima teníais que ir a hurgar en nuestros recuerdos! ¡Teníais que robarnos nuestras vidas! ¡Malditos cabrones, pienso sobrevivir a esta mierda de juego y escupiros en la cara en cuanto pase el año del contrato!».

Fui a buen paso tras los que se habían llevado las cestas, que ya estaban cerca del torreón, aunque por el camino tuve que seguir ignorando las ilusiones de las casas. El caos que habían formado cuando caímos al suelo, por suerte, ayudaba bastante.

—¡Casas carnívoras! —es lo primero que digo al grupo cuando los alcanzo, ya prácticamente al lado del torreón—. ¡Esa avenida está llena de jodidas casas carnívoras!

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*Nfdr: insparado en lo que pasó a Matt y Wen cuando visitaron la Avenida.

Mientras todos pasan el tablón, yo vigilo los movimientos de la cesta des del aire para evitar perderla. Una vez veo que todos han pasado y empiezan a moverse, bajo con todos y continuamos nuestro camino.

Lo que estoy viendo de la ciudad no me inspira confianza: todo parece en ruinas. No sé la razón, pero algo me dice que esta ciudad ha vivido tiempos mucho mejores. De hecho, Surásara comenta que parece que la ciudad ha padecido una guerra. No puedo hacer más que darle la razón: todos esos esqueletos de la fisura confirman esa teoría.

Llegamos a una esquina y vemos que a poca distancia el pájaro raro deja las cestas de comida. Me dispongo a ir y cargar con alguna cuando Alice comenta algo de “monadas”. Me giro y la veo mirando una casa vieja. Me quedo confundido. Y más aún cuando veo a Ozzchreanos dirigirse sin dudar a otra casa vieja.

-¿Qué hacéis…?-me callo de golpe, pues veo un lugar familiar…un acantilado muy parecido a donde vivimos en verano en Roca Sagrada. Noto que el aire se va de mis pulmones. Me dispongo a correr hacia allí, pero…miro atrás y veo a mis compañeros mirando casas viejas. Y entonces comprendo.

-¡No os acerquéis!

Surásara tira de Ozzchreanos, que parece haber sucumbido al influjo de las visiones. Todos hacen un esfuerzo para apartarse de las casas. Yo cojo un par de cestas y cargo con ellas sin mirar el acantilado. Marsi dice ver un torreón, así que voy a la dirección que nos señala sin pensarlo dos veces, rezando para que no sea otra visión.

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Pero los otros no reaccionaron como esperaba. Todos iban hacia casas distintas y con todos pasó algo diferente, aunque las casas eran iguales: todas en ruinas. <<¿Por qué van para allá si...>> y entonces me fijé en que los demás parecían estar viendo algo en dichas casas, igual que yo veía la entrada a la reserva y demás. Esto se confirmó cuando Talento nos gritó que no nos acercásemos y una extraña lengua intentase atrapar al español. <<¡Ha salido de la casa!>> Rápidamente volví a la calle y me alejé de la visión, la cual pronto desapareció. El edificio contiguo cogió el turno y cobró forma de... <<Venga ya, eso es demasiado cantoso, mi casa no está tan cerca de la reserva, mucho menos al lado>> Pero entonces noté un apretón en el brazo: Marsi, a quien también había visto mirando una de las casas. Eso me sirvió para alejarme del todo. Le sonreí, intentando animarla, y volví con ella y el grupo a coger las cestas. Entonces vi a Sura cargando con Ozzy, quien parecía inconsciente. El resto estaban todos bien, sanos y salvos, así que ayudé con las cestas sin decir nada y les seguí hacia el frondoso torreón. Estaba algo molesta conmigo misma por haberme creído algo tan sencillo. Hasta que el español se puso a gritar.

-Sí, casas carnívoras, pero estamos a salvo, Álvaro. ¿Ese torreón es de verdad? ¿No será lazo del diablo la trepadora que lo cubre?-dije, medio en broma medio en serio, total, visto lo visto podía ser.-Pero dijeron algo de unos torreones y ahí hay uno, si nos advirtieron de los peligros dudo que ese sitio sea peligroso. Salgamos de aquí...

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Yrfylltabgemesh continuó el tortuoso camino a través de la ciudad, llegando finalmente a las viandas que se les habían prometido. Ya caminaban hacia el refugio cuando el incidente de las casas acaeció.

El hagaloch estaba en aquel momento distraído contemplando como se desarrollaban las primitivas relaciones entre los infraseres. Encontró particularmente molesta a la chiquilla de colorines, cuyos comentarios repletos de dobles sentidos mal disimulados no podían más que irritar al joven. Al fin y al cabo, a demás de ser un asesino, era un noble, y tenía muy claro que los mensajes subliminales mal camuflados en el lenguaje eran como mostrar una daga desenvainada a tu víctima en una misión que requiere de técnicas de subterfugio: Un insulto manifiesto a la inteligencia del interlocutor.

Mientras cavilaba sobre el tema, su mirada, que recorría su entorno en un acto reflejo, divisó una figura familiar en una de las casas en ruinas: Una figura estilizada a la par que imponente; una figura que sólo se dejaba ver como una sombra desdibujada en la penumbra, más intuida que contemplada como tal. Una figura que, aun por lo anterior, permitía que su mirada invisible pero tangible salvara la distancia que los separaba, clavándose en él e imbuyéndolo de un respeto y terror creciente e inimaginable, como el que debe de sentir alguien que se haya bajo el escrutinio de un dios. No necesitaba estudiar más a fondo aquella presencia, pues aquella sensación no le era desconocida al joven hagaloch. De hecho, le resultaba terriblemente familiar.

Quería que acudiera hasta ella. Él lo sabía, no necesitaba oír ninguna orden, ni buscar ningún gesto que se lo indicara, pues de todas formas sería incapaz de ver nada si volviera la mirada hacia ella. Estaba seguro de que esa era su voluntad porque, de lo contrario, no se habría percatado de su presencia.

Estaba a punto de girarse para acudir, extasiado a la par que nervioso por la posibilidad de volver a contemplar a su maestra, cuando los gritos de sus compañeros inferiores le alertaron, sacándole de su muda ensoñación. Una treta. Un milagro burdo para captar su atención y llevarlo hasta las mismas fauces del Gran Dios. Lo primero que sintió Yrfylltabgemesh fue una ciclópea vergüenza que embargó su alma. Había estado a punto de morir como un principiante. Y aquellos esclavos le habían salvado, sin saberlo, la vida.

Maldiciéndose mil y una veces (proceso que dura un poco más de lo normal para un auro que no habla en su propia lengua) por su inocencia infantil, continuó sin lidiar palabra, junto con sus compañeros, el camino que conducía hasta el refugio, portando parte de los víveres que habían hallado en la bañera.

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Para mi alivio mis pasos fueron adelantados por Marsi y los demás por lo que voy lentamente poniendo un pie delante de otro a las espaldas de Álvaro. "Es lo suficientemente grande como para que si algún gusano u otra bestia le prefiera a él antes que a mí. Aunque este enfermo y su color de piel de algo de grima. Pero muchos de los que nos acompañan tienen ese color enfermizo. Al menos el agua no era la causa de su tonalidad aunque prefiero no tocarles muchos a ver si puedo tener la mala fortuna de contagiarme con su dolencia." Mientras estoy inmersa en mis pensamientos sobre los pálidos llegamos a la altura de las cestas.

Los chicos comienzan a comentar el contenido de las cestas pero a decir verdad hay algo en la zona que me llama mas la atención que el contenido de esas cestas narradas por las bocas de los enfermos. Lo primero que impacto en mis pituitarias fue un dulce olor que reconocería en cualquier parte del universo. El olor característico de las calles de Daelicia descuadraba en total medida con los olores que llevaba captados hasta el momento. Extrañada alce la vista intentando localizar el lugar de donde provenía esa fragancia con la extraña impresión de que quizás algún otro Daeliciano habría vivido allí y que se hubiese asentado en ese lugar por la llegada de las cestas.

Ante mis ojos una fachada llena de colores y formas redondeadas se encontraba erguida en medio de la calle con un césped de un color rosa chillón espléndidamente cuidado que despide un dulce olor que te incita a recostarte en él se encontraba rompiendo la tónica de la avenida de las casas. “¿Como es posible que haya llegado aquí este edificio desde mi mundo?¿Cuando pase el tiempo que me dijo aquella mujer será posible traer todo lo que uno desee de su mundo? Yo no quiero nada de mi mundo que necesite que lo saque de ese lugar.” Mis pensamientos y elucubraciones fueron frenadas en seco al ver una figura salir al porche con unas pequeñas frutas rosadas que me solía dar mi madre cuando era una niña.

-Korasihanna hija mía. Ven a comerte tu merienda que es hora de tomarte algo que si no te vas a poner enferma de no tomar tus alimentos como es debido. ¡Mirate lo delgada que estas mi niña! ¡Ven hija mía ven! Siéntate aquí conmigo y cuéntame como ha ido el día que he traído tus frutas preferidas.-

En el instante que mi madre comenzó a hablarme mi piel, de haber podido, se hubiese puesto del color de la muerte. Mis ojos naranjas se encuentran abiertos al máximo e incluso estuve a punto de echarme a llorar intentando averiguar como mi madre; mi propia madree se encontraba en esa ciudad si yo la había visto morir frente a mis ojos. Como seria posible si lo último que recordaba de ella era aquella noche que maldeciré toda mi vida en la que aquel sucio gulodependiente acuchilló a mi madre que se interpuso para protegerme.

Casi sin pensarlo comencé a caminar absorta en mi mundo hacia mi madre deseosa de abrazarme a su regazo y llorar hasta quedarme seca mientras le relato la odiosa vida que he tenido pero un golpe en mi hombro me hizo perder el equilibrio y caer de boca contra el suelo abriéndome una pequeña herida en el interior de mi labio haciéndome escupir un poco de sangré azulada que acabó adornando el adoquinado irregular del suelo.

Álvaro ha sido el causante de mi caída por lo que le miro con una mirada cargada de odio y resentimiento entre mis ojos casi llorosos que se ven secantemente cortadas al volver a mirar el porche donde se encontraba mi madre a la espera que viniese a recogerme del suelo como cuando me caía en las calles de los suburbios. Pero, en su lugar, una enorme lengua se precipitaba hacia nosotros dos desde el interior de una horrible casa amenazadora sin ningún parecido a la hermosa edificación que había visto antes.

Reculé en el suelo hasta chocar contra las piernas de alguien. Mientras reculo un sentimiento de ira y decepción me inundan desde lo mas profundo de mi ser sustituyendo la alegría que había sentido hasta hace escasos minutos. Me incorporo limpiándome el polvo del suelo como buenamente puedo pero al ver que todas las cestas estaban ya repartidas me encaminé en silencio intentando ignorar los gritos y los olores que esa maldita avenida me hacia ver para intentar matarme. Susásara suelta las cestas para cargar con el chico peludo drogado y nos intenta endosar las cestas. Ignorando su petición sigo en silencio mirando al suelo saboreando mi propia sangre mientras sigo el camino a nuestro supuesto lugar seguro.

Me encuentro enfada, muy enfadada, no por el echo de que el chico enfermo me haya tirado por los suelos si no por el echo que he sido engañada por esta ciudad y de la peor manera posible. Con mi mas preciado recuerdo.

Finalmente la dichosa bañera había decidido dejar caer su cargamento con suerte en tierra, nada de brechas en la tierra con huesos y gusanos gigantes, sino en tierra firme. Todos corrieron hacia las cestas con intenciones de cogerlas y poder ir hacia un lugar seguro, o al menos esa fue la intención general. Estaba a pocos pasos de las cestas cuando el daeliciano escucho una voz conocida, aunque hacia poco relativamente que la conocía. Dhelian se giro viendo no sin cierta sorpresa a Shaco, junto  al resto del grupo que se había perdido allí llamándoles.

-Todos escuchenme, ¡el resto apareció, están allí llamándonos! -exclamo aliviado de verlos seguros y bien que no estaban muertos como había pensado, dispuesto a ir hacia ellos, cuando un grito pajaril proveniente de Talento lo paralizo en el sitio, sobresaltándolo por el susto y por la nota horrorizada que transmitía- ¿Por que estas gritando? No ves que están todos aqu...-se giro dispuesto a señalar al dichoso pájaro gigante a sus compañeros perdidos encostrarse frente a sus ojos que la imagen de sus compañeros se desdibujaba como si fuesen un espejismo y frente a sus ojos apareció una casa ruinosa, con una boca con dientes, ojos fulgurantes como las ventanas, Dhelian se aparto asustado pues estaba a pocos metros de la casa, corriendo todo lo que le dieron sus piernas para volver con los demás "No, no no...esto es de locos...es una casa con dientes, una casa que nos puede comer ¡Esta ciudad es una ciudad de pesadilla no de magia!pensó espantado por no sentirse seguro en ninguna parte pegándose a Alice cuando todos empezaron a marchar hacia la dirección dada por Marsi, hacia el torreón que se veían todos habiendo sufrido como el , las ilusiones de aquellas casas "Esta ciudad nos quiere ver muertos y no parara hasta conseguirlo" pensó sintiendo que había cometido el peor error de su vida al aceptar ir a ese lugar y ahora estaba pagando por ello.

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El camino hasta la avenida se me hizo mucho mas corto que el día anterior. No se muy bien si por la ilusión de encontrar dulce que llevarme a la boca o por ver que podría enseñarme esas casas hoy para hacerme daño.

Intenté no hablar mucho por el camino andando sobre mis pasos. Voy caminando dando algún que otro saltito sorteando piedras y demás obstáculos del camino sin muchos problemas. Al llegar a la avenida las casas comienzan a utilizar sus trucos produciendo distintos olores y sonidos. Aun ninguna ha conseguido hacerme ver a mi madre como ayer pero intento centrarme en encontrar mi objeto cuando al final veo las cestas justo en el mismo sitio donde estaban ayer. Comienzo a dar palmadas de alegría señalándolas mientras miro a los demás. -¡Mirad! Allí están las cestas. Vamos a darnos prisa en conseguir las cosas. Espero que podamos cargar bien las cosas con los pocos que estamos.-

Al fin llegamos los tres juntos a la altura de las cestas por lo que me adelanto para rebuscar en todas los tarros de miel esperando que estuviesen en cada una de ellas. Cojo cada bote y lo coloco en una misma cesta quitando las cosas mas pesadas repartiéndolas en las demás cestas. Cuando he hecho las reparticiones a mi modo abro uno de los botes e introduzco los dedos para rechupetearlos disfrutando del dulzor empalagoso. -Esto es un autentico placer. No como la cosa esa que llamáis pescado. Esto si sabe a algo. No quiero que os toméis a mal lo que digo sobre vuestros hábitos alimenticios. Si queréis comer eso, adelante, no seré yo la que os lo impida. Pero os aseguro que sería conveniente que endulzaseis un poco vuestra vida. Os ayudaría con esa tonalidad vuestra. Lo digo como consejo, espero que no os lo toméis tan a la tremenda como nuestra compañera Marsi.-

Remato mientras me rechupeteo el dedo gordo. En ese momento por el rabillo del ojo un destello rosa me hace girarme a una de las casas pero lo que me muestra me hace dejar de comer para maravillarme con la estampa.

Un gran campo lleno de arboles frutales daelicianos repletos de frutas se extiende ante mí. El olor fresco y dulce del campo contrasta enormemente con el resto de las casas a mi alrededor. Se que es una ilusión pero la estampa me hace tragar saliva al ver los jugosos frutos de los arboles falsos. En ese momento una dulce voz sale de la nada pronunciando mi nombre y de detras de unos arboles mi madre sale portando una gran cesta llena de fruta.

Mi madre me estaba llamando. Su invitación a degustar las frutas solo consigue levantarme del suelo y chistar decepcionada. A decir verdad aunque me cabree que este intentando engañarme, le agradezco a la casa hacerme ver a mi madre tal y como la recordaba. Casi era el verdadero propósito por el cual había intentado venir de nuevo mas que por buscar comida para estas enfermas.

El tono de mi madre comienza a sonar algo mas imperativo al no responder a su llamada. La casa comienza a darse cuenta de que no va a conseguir nada con esas tretas por lo que hace que de detrás de unos matorrales rosas plagados de pequeñas bayas verdosas salga el hombre que me violó cuando era mas joven. La escena ha cambiado. Mi madre sigue intentando ofrecerme fruta mientras que aquel baboso hombre se acerca cada vez mas a ella por la espalda. Arqueo una ceja comenzando a respirar algo entre cortada pero al ver que el hombre tiene la misma daga con la que me abrió la herida en la pierna instintivamente desenfundo una de las dagas.

El hombre agarra a mi madre por la cintura y esta comienza a pedirme ayuda pero sus gritos son ahogados al clavar la daga en el vientre repetidas veces llenando su vaporoso  vestido rojo fuego de sangre azul. En un acto reflejo doy un pequeño salto hacia atrás reprimiendo un grito de horror al ver como el hombre arrastra el cuerpo de mi madre hasta el fondo mientras esta me pide ayuda a gritos.

En mi salto me doy contra las cestas haciéndome caer de culo y el repiqueteo de los botes contra el suelo me hacen salir del encanto de la casa por lo que me levanto agarrando un adoquin del suelo muy enfadada y lo lanzo en dirección a la fachada de la casa.

Llegamos a la calle de las casas extrañas y allí están las cestas.

-Parece que sí las traen todos los días, al menos de momento, ya veremos otro día.- pienso en voz alta mientras caminamos tranquilamente hacia la comida.

Reviso las cestas para ver si todo esta como en las otras, con placer descubro que si. <<Al parecer la dieta sera la misma en todas las cestas, al menos hasta ahora ha sido, ¿la cambiaran o no lo harán? Ya me preocuparé por eso en otro momento>>.

Observo curiosa la escena que monta la daeliciana preguntándome que puede haberle mostrado la casa para que se ponga así. Recojo un par de cestas y les digo:

-Sera mejor que nos vayamos de aquí cuanto antes, este lugar me da escalofríos.- y dicho eso emprendo el camino de vuelta al torreón.

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Llegamos a la misma zona que el otro día. Ahí vuelven a estar las cestas, tal como la otra vez. Como dice Sura, parece que las traen a los mismos sitios diariamente. Además, parece que también hay la misma cantidad de comida, algo que me gusta.

-Por lo menos, de hambre no nos moriremos, ¿eh?

Cojo una cesta y me dispongo a volver al torreón, pero me quedo mirando a Kora, que parece tener una reacción extraña. Una de las casas debe de mostrarle algo, pero ella no cae en el engaño. Yo también miro una casa y me muestra lo mismo que la otra vez. Muevo la cabeza y le doy la espalda.

-No voy a caer en eso…Si no funcionó una vez, ¿por qué crees que funcionará ahora?-digo en voz baja, dirigiendome a la casa, aunque sé que no me escucha.

Al poco rato, Sura decide volver al torreón. Asiento y la sigo. No quiero estar fuera ni un segundo más de lo necesario, al menos no hasta que haya entrenado algo y sepa defenderme. Y aun cuando sepa defenderme, mejor me mantengo alejado de estas calles. Si hay casas carnívoras, puede haber cualquier cosa por aquí.

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Algo era raro en aquella parte de la ciudad. Las casas no parecian estar en ruinas. A diferencia del resto de la ciudad, podria parecer un barrio bastante agradable. Con el ceño fruncido, se bajó en la última casa en ruinas y se asomó por aquella calle impoluta, con el ceño fruncido y la boca ligeramente despegada con curiosidad.

-Eh... Vale que la burbuja inmoviliaria llegase hasta aquí, pero esto es pasarse... Estas casas no están ni habitadas.-

Al instante, de una de las casas, se abrieron unas contraventanas lentamente. El aprendiz dió un brinco y dirigio con su bõ amenazante y alarmado, pero quien le devolvió la mirada al otro lado le dirgió una sonrisa tan picarona como amable, mordiendose ligeramente el labio.
El aprendiz tragó lentamente, sin poder creerselo.
-¿¡Pu-Puede ser!?-Se le habia caido la mandibula, como dormida, de puro asombro mientras sus ojos se desorbitaban. Al otro lado de la ventana, vistiendo una armadura amazona y el pelo del color del ébano suelo, dos ojos color azul grisaceo pegados a la cara del concepto de la perfección le miraban. Aquellos, eran los ojos de Lucy Lawless de alrededor de treinta años y vistiendo su traje de Xena, la princesa guerrera. Cuando esta habia captado la atención del chico, alzó una mano y le hizo una señal para que se acercara. Entonces, inconscientemente, el aprendiz comenzó a salivar.
-Lucy... Lawless...-musitó mientras arrastraba sus piernas en dirección a aquella casa y rebuscaba entre sus bolsillos por un boli o algo con lo que escribir.-¿P-Podrias d-darme un autógrafo?-susurró tímidamente. Se limpió las babas que se concentraban en su barbilla con la manga y entonces se detuvo en seco, pues una segunda figura abrió la ventana. Vestia un elaborado yukata blanco color perla, con decoraciones en salpicón doradas. De pelo tambien negro y liso, solo que recogido en un elaborado moño japonés, tenia entre sus manos una estilosa katana sin guardada en su vaina del mismo color que el pelo de su dueña. Sus rasgos orientales y su bella cara sacaron de sus dudas al aprendiz, que casi se cayó de rodillas de asombro. Se trataba de Lucy Liu, en su mismo traje que usó por última vez en la película de Kill Bill volumen I, actuando como la yakuza O-Ren Ishii, otro de los ídolos del ruso. Casi haciendo mil reverencias, musitó algo incoherente.
-ASDFGHJKL... Lucy... liu... dos Lucys...-tragó salvia dificultosamente y con todos los manerismos y respetuosas reverencias que podia y conocia, alzó la cabeza de nuevo para enfrentar a la actriz con una plegaria en sus labios.-¿¡P-P-Puedes decir la frase de...-

Pero antes de que pudiera formular la petición, la actriz de rasgos orientales cumplió su petición sin vacilar un instante, lentamente desenvaindo el arma y apuntando al chico con ella.
-"Estupida niña caucasiana que le gusta jugar con espadas samurai..."-comenzó, soltando una risilla educada.-"No puedes luchar como un samurai, pero al menos puedes morir como uno..."-dijo y al instante de terminar la frase, el aprendiz sufrió el nerdgasm de su vida, cayendo al suelo y rodando comenzó a soltar espumarajos de felicidad mientras sonreia estúpidamente. Paró de pronto y le lanzó otra pregunta a la actriz.
-¿E-E-Esa es una verdadera Hattori Hanzo?- y con un ligero movimiento de cabeza de la mujer en yukata se lo confirmó y el aprendiz volvio a sufrir otro nerdgasm. Se puso de pie en un salto y correteó hacia la entrada. Aquello no podia estar pasando, no debia. No estaba soñando. Aquello debia ser algún truco de la ciudad. Se detuvo entonces en seco y se puso alerta.
-¿¡C-Cuál es el truco!?-preguntó con desconfianza.
La actriz de Xena soltó una senda y fuerte carcajada. Fue la yakuza en yukata quien le contestó.
-¿Acaso dudas de lo que ven tus ojos? Si por mi fuera, tu desconfianza se pagaria con tu cabeza.-
A medio de sufrir otro nerdgasm por lo que sus ojos veian, el aprendiz comenzó a retroceder lentamente, sin darle la espalda a aquella casa que contenia todos sus sueños. La yakuza no se imutó, pero señaló al palco que dividia a las dos actrices con la punta de la espada.-Y, además... Ellos te están esperando.-dijo mucho menos amenazante.
Una luz bañó la cara del aprendiz que se detuvo a observar como las puertas del balcón se abrian como seguidas de un coro celestial y de ellas, dos personas, dos adultos, un hombre y una mujer salian, cogidos de las manos y le señalaban que volviera. Si bien era por la luz cegadora que les precedia o por las gafas, el aprendiz no lograba vislumbrar sus rostros, pero habia calor en ellos, podia notarlo desde aquella distancia. Su cuerpo le impelia a arrojarse a aquella casa con todo. Y no solo eso. Aquellas dos personas. Eran sus padres. Lágrimas comenzaron a fluir por debajo de las gafas para precipitarse por su barbilla hacia el suelo. El aprendiz temblaba, ignorando su desconfianza previa y abrazando el calor que manaba de aquella casa con una sonrisa feliz.
-Papá... Mamá...-dijo entre lágrimas con un susurro de incredulidad. Lentamente, anduvo hacia la casa, siguiendo las señalizaciones de las cuatro personas que le invitaban a acercarse. Haciendose visera con la mano para intentar verle el rostro a sus padres y con la otra barriendose las lágrimas, sorbió los mocos y siguió andando hacia su felicidad asegurada.

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-¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!¡Mierda!-gritaba el aprendiz desgañitandose, mientras corria. Tenia el cuerpo lleno de heridas, cortes, maugulladuras y moratones. Parte del pantalon estaba rasgado y de ahí manaba sangre. Una de las mangas de la camiseta habia sido arrancada parcialmente, al igual que la caida de esta tenia un enorme desgarro a ambos lados. El final de la bufanda tambien estaba desgarrado.

En cuanto habia estado lo suficientemente cerca, habia podido apreciar como lo que creia que habia creido que era sus padres, de los que finalmente podria recordar su rostro, eran una especie de maniquies en blanco, sin ojos, nariz, cejas, boca ni pómulos que se movian como maquinaria saludando e invitando a acercarse. Y entonces se dió cuenta de que tipo de trampa se trataba. Era una especie de casa, que usaba tus recuerdos para incitarte a acercarte, y su magia se hacia más fuerte cuanto más te imponias, de ahí que usase aquella artimaña haciendole creer que esos maniquies sin vida eran sus padres, pues ya que ni él se acordaba del rostro de sus padres, no lo iba a hacer la casa por él ni mucho menos. El caso, para cuando se dio cuenta, la casa literalmente le engulló entero, pues estaba a pocos metros de esta. Dentro, un sin fin de maderos afilados como cuchillos casi le trituran y le convierten en papilla de fanboy crédulo. Fue una suerte que pudo parapetarse fuera de la casa a tiempo con su bõ, y así pudo evitar ser masticado no por mucho rato, ya que su bufanda estaba enganchada en uno de los maderos y la casa estaba tirando de esta, asfixiando al aprendiz en el proceso, mientras lo traia para si, cómicamente recordando a un comensal sorbiendo un spaghetti de tomate, pero el aprendiz actuó de nuevo más rápido y logró arrancar el final de la bufanda de la casa para entonces levantarse y poner pies en polvorosa.

Jadeaba, estaba bastante malherido, pero la adrenalina le mantenia en pie, corrió fuera de la avenida sin dirigir otra mirada hacia atrás. Se limpió las lágrimas y la sangre reseca que quedaba mientras se mordia el labio de pura rabia.
-Soy idota...-maldijo en voz baja.

Para cuando dejó la avenida bien lejos, le fallaron las piernas y tuvo que retomar el aliento que le faltaba el aire y el corazón parecia estar apunto de salirsele del pecho. Cuando se sintió con fuerzas de nuevo, se curó las heridas por encima y volvió a los tejados, donde recuperó el rastro y logró volver a la biblioteca.

>> ¿Has tenido suficiente exploración por hoy?
>> Oh no le digas eso... Yo quiero verlo de nuevo... ku ku ku