Barrio de los Mil Dioses

Chromsa se unió al instante al pequeño abrazo de Adam, con el mismo cuidado que estaba teniendo el pegaso para no dañar el brazo de su maestro.

Erknest, sin terminar de creerse la suerte que había tenido con ellos, acogió el abrazo de buen grado, devolviéndolo con el brazo sano. -Gracias... gracias...- repitió un par de veces entre sollozos, esta vez de felicidad a pesar de lo que había ocurrido un tiempo antes. Probablemente tardaría tiempo en recuperarse de todas las heridas tanto físicas como mentales que Masacre le había hecho, pero ahora tenía claro que ese camino estaría acompañado, que no estaría solo. Tenía esperanza.

Después del abrazo, el ochrorio se separó, sentándose de nuevo en uno de los taburetes. Le había estado dando vueltas a lo que había dicho su pareja hacía un rato y, realmente, era bastante sensato hasta que supieran que hacer. -Adam, estaba pensando...- comenzó. -Aunque no esté notando nada, tal vez no sea tan mala idea que Erknest pase unos días en otro sitio. Al menos hasta que avisemos a todos de lo ocurrido para que tengan cuidado.- Miró al kamaitachi antes de formular la propuesta: -¿Qué te parece si se viene unos días a Serpentaria? Hay habitaciones de sobra y si viene con nosotros no creo que nadie ponga pegas.- No conocía muchos sitios más donde pudiera quedarse y al menos el fauno tenía la certeza de que allí no podrían atacarles.

En el momento en que los dos estuvieron dando todo el amor con un afectuoso abrazo, Erknest agradeció muy feliz y Adam se reía, entrecortado por los sollozos que se le pegaban de lo feliz que estaba por la mejoría de su amigo. Parecía una magdalena de tanta llorería pero merecía la pena, claro que la merecía.

—Es buena idea Chromsa. Creo que sí podría quedarse por una temporada, por su seguridad —asintió de acuerdo al plan del fauno, convencido de que lo dejarían meterse un tiempo dentro de la segura Torre Serpentaria. Miró a Erknest sonriente—. Entonces no se hable más, te vienes con nosotros. Ayudaremos a recoger lo que te haga falta y le tiramos ya al refugio, si te sientes cómodo con quedarte en Serpentaria un tiempo, claro —añadió lo último, prefiriendo saber el consentimiento del chico primero.

-¡Ah! Eh...- exclamó Erknest mirando a los dos. No podía negar que la idea era buena, más teniendo en cuenta que no sabían dónde estaba Masacre. También estaba el minúsculo detalle de que si no había entrado en Serpentaria con ellos hasta ahora era por el pánico y la vergüenza que le daba un sitio más "familiar". En el resto de la ciudad podía actuar como siempre, pero en un contexto más íntimo temía que se le hiciera mucho más cuesta arriba. Además no había convivido con nadie desde hacía tiempo, ¿lo aceptaría el resto? (No es momento de dudar, hay esperanza). -Claro, puedo quedarme unos días allí- terminó respondiendo dispuesto a recoger lo imprescindible para su estancia en la torre. Le seguía dando mucho respeto la idea, pero era una primera oportunidad para cambiar.

Chromsa se alegró de que el chico aceptara ir, era un alivio pensar que estaría en un lugar seguro. -¡Perfecto! Pues te ayudamos con el equipaje- sonrió animadamente levantándose del taburete.

Siguiendo las indicaciones de Erknest, los tres prepararon bolsas con ropa, utensilios y demás que le harían falta al kamaitachi. Por supuesto la armadura que llevaba venía incluida por defecto. De hecho lo primero que hizo el italiano-inglés al levantarse fue recoger su casco. Lo miró con algo de añoranza, pero también con una nueva decisión. Un nuevo voto de caballería. Se lo colocó después para pasar luego a ayudar a sus amigos con la improvisada mudanza.

No tardaron mucho en tener preparado todo y sin dilación se marcharon de aquella casa. Erknest le dio un último vistazo antes de salir de la pequeña plazoleta. Era la primera vez que iba a vivir en un sitio distinto, al fin y al cabo. Chromsa se fijó en esa mirada del caballero, no pudiendo evitar de cuando el grupo se marchó de Silente.

El camino fue mucho menos cargado que la ida y una vez en Serpentaria buscaron una de las habitaciones libres para que Erknest pudiera acomodarse. Le enseñaron la contraseña de entrada por si tenía que salir y ellos no estaban y le explicaron un poco la distribución del refugio. El ochrorio quería que se sintiera como en casa y, tal vez por la cercanía y todo lo que había ocurrido, lo estaban consiguiendo.

Adma sonrió aliviado y satisfecho al oír la positiva de Erknest, desde luego será lo mejor tener al chico a salvo por lo pronto y ahorrarse más sustos. Después de ver una muerte y poner su vida en riesgo probablemente necesitaría refugio y una buena compañía por una temporada.

Cuando Chromsa se puso a ayudar, el pegaso hizo lo mismo para aligerar el tiempo con el equipaje. Mientras estaba en ello se fijó en Erknest y la mirada que echó a su casco, observó toda la escena con una media sonrisa en cuanto se lo colocó, parecía ser que aun no había perdido el espíritu con ese gesto.

Antes de marchar se aseguro de que nada faltaba, mirando la casa por dentro y luego por fuera, con un semblante un poco más serio. Masacre… No paraba de pensar en ese desconocido. Actuaba por conveniencia y con amenazas, haciendo uso de su fuerza y matando a otro sin dudarlo. Malditos monstruos, solo aprovechaban su poder.

¿Cómo enfrentarían esa clase de amenazas?

El neoyorquino corrió con todas sus fuerzas, ignorando por un momento en la ciudad en la que se encontraban. Ahora mismo su prioridad era no perder de vista a Serena, que seguía sacándole una buena distancia. Si desaparecía entre las ruinas no estaba seguro de que pudiera volver a seguirle la pista. Era por ese temor que no había mirado atrás a pesar de haber escuchado pasos de donde había venido. -(Al menos no estoy solo)- pensó mientras continuaba a paso ligero. No tenía ni idea de quienes les habían seguido, pero en cualquier caso para Rick era un alivio tener más ojos para vigilar por donde iba la chica.

Lo único que no sabía era qué iba a decirle exactamente cuando la alcanzara. La idea era que volviera al torreón, claro, ¿pero era factible? El grupo estaba enfadado con Serena con razón, pero tampoco estaba seguro de que fuera tan borde por gusto. Después de lo de hoy no era una opción sobrevivir solo y sin un refugio, ¿pero lo entendería? ¿Podrían convencerla? El chico de la gabardina (aunque ésta la había dejado en el salón) tenía muchas dudas. Una vez estuvieran a salvo ya tendrían tiempo para discutir largo y tendido, pero de momento lo único que podía hacer para mejorar la situación era seguir corriendo.

Sin embargo, aquella maldita ciudad de pesadilla tenía otros planes. La nana salida de una voz que estaba lejos de ser humana le hizo parar en seco con los pelos de punta y Rick empezó a notar un sudor frío por la nuca. No era una buena idea, pero aún así el neoyorquino se giró, algo lento por el miedo de lo que pudiera encontrar detrás. Abel estaba cerca de él y Kalna los seguía a ambos... pero detrás de ella había algo. Una sombra enorme y monstruosa, que se movía de alguna manera que no alcanzaba de comprender. Y si no fuera por el mal rollo que daba la canción, estaban los ojos. Muchos y distintos que miraban a todas partes. Algunos justo a él. El neoyorquino entreabrió la boca del miedo mientras la mirada de la cosa lo atravesaba tanto como las espinas de hacía un rato. No había tenido suficientes decisiones difíciles que ahora iba a tener que actuar rápido de nuevo.

Confiaba en que Abel siguiera corriendo, porque de momento la prioridad para él había cambiado. Desde donde estaba, cogió las fuerzas para articular las palabras y gritó lleno de preocupación: -¡Kalna, por el amor de Dios, corre!- Si todo iba bien la libense simplemente le alcanzaría y escaparían del monstruo juntos, pero ya estaba aprendiendo que no podían confiarse. Fue por ello que, aunque podía ser una temeridad, comenzó a acercarse a ella sable en mano. Esperaba que no hiciera falta, pero si esa cosa la retenía haría lo posible para que la soltara. En el momento en que viera a Kalna correr no dudaría en seguir el camino, pero mientras tanto se acercaría. -(Ojalá que esto salga bien)-

Correr no llegaba a ser doloroso, pero sí lo bastante molesto como para no poder acelerar más allá de lo justo para no perder la visión de Abel entre las callejuelas. Solo le faltaba perderse en algún cruce y no encontrar el camino de vuelta al torreón, y es que sin haber visto un mapa y siendo el primer día que salían más allá del camino hacia la torre, la ciudad se le hacía un batiburrillo de calles sin sentido.

Oyó pasos a su espalda, pero no se giró a ver a quienes pertenecían; perder a Abel era perderse en una ciudad peligrosa en la que en cualquier momento les podían poner una prueba, y perderse era no saber volver al torreón. No tardó en identificar a uno de los dueños de aquellas pisadas, con los gritos de Connor para que volvieran. Esa era la idea, conseguir que entraran en razón y dejaran de salir al peligro.

En algún punto de la carrera le pareció ver algo moviéndose en una pared por el rabillo del ojo, pero lo descartó con rapidez. Solo había sido una sombra, algún efecto extraño de esta sobre la piedra. No había cosas que se movieran en la pared, aquello era imposible, ¿no? Negó con la cabeza, no era el momento de pensar eso. No era el momento de pensar. Solo tenía que correr. Algo le rozó la nuca. No sabía qué era, pero no parecía una mano humana tratando de alcanzarla. Su cuerpo reaccionó mucho antes de lo que su mente fue capaz, en un movimiento automático: se giró hacia lo que la había tocado, con el escudo alzado para protegerse y la lanza apuntando a lo que quisiera que estuviera allí.

Y entonces lo vio. La masa negra, los ojos, el esqueleto que parecía hecho a base de piezas que no terminaban de encajar. Retrocedió un par de pasos, buscando coger una distancia que la lanza le permitía. No sabía qué era aquello, y no sabía si quería saberlo. Notaba su respiración acelerada, el corazón yéndole demasiado rápido y la sangre latiéndole en los oídos, difuminando los gritos de Ethan, los de Connor. Se sentían lejanos, y las palabras se mezclaban en una amalgama que su cerebro no era capaz de desencriptar para dar significado. Todo lo que no fuera el monstruo estaba borroso, como si atravesase un túnel a mucha velocidad. Notó como las manos le temblaban, y se forzó a agarrar las armas con más fuerza para que no se le cayesen.

No había sentido aquel miedo nunca, pero tampoco es que hubiera habido ocasiones. Había tenido una vida muy cómoda, por mucho que hubiera entrado en el ejército. Y combatir contra un enemigo al que te enseñaban a deshumanizar era fácil, sobre todo cuando no te tenías que enfrentar realmente a él y sólo existía lo que le harías en tu cabeza. Pero ahora el enemigo estaba delante, y ni siquiera era algo a lo que deshumanizar, porque ni siquiera era libense, ni humano, ni nada conocido. Era oscuridad, huesos y ojos.

Iba a morir, eso era una certeza.

Pero entre todo el miedo, entre las reacciones físicas y la parálisis mental que este provocaba, había algo más. Con los colaespina solo había podido huir, y llevaba toda la mañana martirizándose por ello. ¿Pero ahora? De esa cosa no se podía escapar, lo tenía claro. Iba a morir, y si iba a morir lo haría como debía: luchando hasta el final. No huyendo, no siendo una cobarde.
—No te tengo miedo —hablaba bajo, con una determinación que no lograba eclipsar el temblor de su voz. Estaba asustada de verdad, como revelaban sus pupilas dilatadas. Ni siquiera estaba segura de que aquel ser la entendiese, y poco importaba. Necesitaba autoconvencerse. Creerse de verdad algo que le habían inculcado desde siempre, que no debía tener miedo, que no debía demostrarlo.

Esperaba que el resto estuviera corriendo. A lo que fuera que hubiera siguiendo las calles, a un lugar seguro. Soltó un bufido provocado por una risa nerviosa. Iba a morir el segundo día allí, pero al menos podía hacerlo luchando. La voz de Rick pidiéndola que corriese rompió aquella canción que procedía de un monstruo que no tenía garganta para cantarla, y sonó tan absurda como la mera idea de huir. Aquella cosa corría por las paredes, ¿cómo iba a huir? A lo mejor el resto, que estaba más lejos, tenía tiempo, ¿pero ella?. Moriría, pero moriría en las condiciones que ella quería. Era mejor que morir con la culpa de ni siquiera haberlo intentado y ser una cobarde. «Espero que al menos Madre esté orgullosa de mi». Un último pensamiento, uno que no pensaba decir en voz alta. Que sus últimas palabras fueran las de que no tenía miedo.

Tomó aire, moviendo levemente los pies para conseguir un mejor ángulo. Aquel ser no tenía órganos internos, pero sí algo a lo que apuntar. Soltó el aire y movió la lanza en un ángulo ascendente, buscando clavarla en alguno de los ojos de la criatura.

Tirada de dados. Posibilidades:
Del 1 al 70: Kalna acierta con la lanza en uno de los ojos.
Del 71 al 100: Kalna golpea hueso.

El miembro 'Yber' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio

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'Dado de 100 caras' : 21

La lanza acierta de pleno en un ojo morado, la punta del arma se hunde en el globo ocular. El humor acuoso  se desliza por el metal de la lanza y por el cráneo de la aberración a la que ha encarado la libense, colándose por el hueco de una de sus cavidades orbitarias. Acto seguido ocurren dos cosas.

Por un lado, la nana cesa de forma abrupta y el esqueleto se encorva aún más. Sus manos huesudas, asimétricas, se mueven torpemente hacia la cara, para hundirse bajo el velo. En alguien vivo, podría parecer un gesto de tristeza.

—Dama... —grita una voz gutural, tan muerta como el Viudo. Una voz que tampoco es suya, tintada de dolor.

Por otro lado, las sombras que cubren al Viudo Coronado vibran, se agitan rabiosas y, mientras el esqueleto lamenta la pérdida, la oscuridad crepita por la lanza a una velocidad frenética.

—Vorágine... —continúa el lamento, dejándose oír por todo el barrio—. Dama...

Tirada de dados. Posibilidades:
Del 1 al 70: Kalna no suelta la lanza a tiempo.
Del 71 al 100: Kalna logra soltar la lanza a tiempo.

El miembro 'Yber' ha efectuado la acción siguiente: Número Aleatorio

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'Dado de 100 caras' : 2

Por una parte, a medida que Rick se acercaba, pudo ver que aquel ser no había apresado a Kalna todavía. Era buena señal, dentro de lo que podía considerarse "bueno" en esa situación. Por otra parte los nervios del chico no hicieron más que aumentar cuando lejos de salir corriendo la libense decidió encararse lanza en mano contra el monstruo. -(Joder, ahora no es el momento)- se quejó mentalmente acompañado de una ligera mueca apretando más el paso. Dentro de lo posible el neoyorquino quería intentar apartar lo suficiente a ambos para poner tierra de por medio, pero si aquello acababa en un combate no dejaría vendida a Kalna. Esperaba que esa opción no se diera.

Cuando la nana pasó a ser un grito de angustia Rick paró al instante. -¿Pero qué...?- preguntó para sí mismo incrédulo ante lo que estaba ocurriendo. Parecía que la libense había acertado en su ataque, pero lejos de contraatacar... ¿el monstruo lloraba? ¿Acaso era otro de esos ciudadanos? Daba mucho más miedo que los tres de la plaza, pero la idea no le parecía descabellada. Pero los otros se habían mantenido alejados de ellos, ¿por qué este se habría acercado tanto? Las hipótesis sin embargo tendrían que quedar para más tarde, porque notó entonces como las sombras que formaban el cuerpo de eso empezaban a agitarse y moverse por el arma de la chica. -¡Kalna!- gritó de la tensión retomando su carrera con fuerza.

Antes de que Rick llegara, el conflicto se habría terminado, o al menos lo parecía. Al principio solo consiguió ver a la libense inmóvil, con la lanza en el suelo. Para cuando estuvo a su lado, el neoyorquino la agarraría del hombro mientras con el sable apuntaba hacia donde estaría el monstruo, diciendo algo alterado: -¡Tenemos que irnos ya!¡Antes de qué...!- Fue entonces cuando empezó a fijarse en los detalles. Lo primero fueron los dos cortes que tenía en la cara, aunque lo que de verdad le dio miedo fue el dedo en cuanto vio la mano. -Oh dios, ¿cómo te ha hecho eso?- preguntó horrorizado con la dolorosa posición del índice. Esperaba que en el torreón tuvieran algo para entablillarlo o curarlo en la medida de la posible, eso ya no tenía nada que ver con las espinas y los cortes.

El lloriqueo del ente le hizo mirar preocupado, en guardia por si decidía atacar. Pero nada más lejos de la realidad. Estaba acurrucado allí, repitiendo una y otra vez un nombre entre lamentos. Aunque algo reticente, el neoyorquino bajó el arma lentamente. -(¿Qué cojones pasa en esta ciudad?)- se cuestionó sin tener ni idea de una explicación para lo que estaba viendo. ¿Una bestia salida de una retorcida pesadilla, de la que estaba sintiendo algo de pena a pesar de las heridas de su compañera? Bien podía ser una farsa, pero...

Prefirió dejar a un lado esos pensamientos. Si había decidido dejar de atacarles, no sería él quien no aprovechara el momento para seguir buscando a Serena y alejarse de allí cuanto antes, por si acaso. -Vámonos, antes de que perdamos a los dos.- se limitaría a decir todavía con algo de preocupación pero con la adrenalina más relajada. La pregunta era ¿hacia donde habían ido? Miró hacia atrás, buscando algún sitio al que podrían seguido huyendo. No había visto hacia donde había ido Abel, así que iba a estar más complicado. Rick intentó pensar con lógica entonces. -(¿Dónde iría para estar tan protegido como en el torreón?)- La respuesta no tardó en verla, más que nada porque era lo que más llamaba la atención si miraba en esa dirección. -Puede que hayan ido hasta el faro. Podríamos mirar- propuso señalando al edificio que brillaba en la distancia.

Una pequeña sonrisa se formó en sus labios cuando la lanza dio en el objetivo. Era un buen comienzo, aunque no sabía cómo de útil. Podía seguir apuntando a otros ojos, sí, pero dudaba mucho que esa cosa pudiera siquiera morir por muy ciega que lograse dejarla. Tampoco era como si su mente contemplase otra opción que esa, luchar hasta el final y morir. Durante un breve instante, cuando la siniestra nana paró, casi pudo pensar que era una buena señal, pero entonces llegaron los gritos desgarradores, el lamento, y aquella postura que de haberla hecho alguien de carne y hueso y no algo de hueso y oscuridad daría lástima.

Entonces las sombras empezaron a descender por la lanza, y a moverse. Aquella pequeña victoria no iba a ser suficiente, estaba claro. Era en ese momento donde moría, como sabía que iba a pasar desde que aquella cosa había aparecido demasiado cerca de ella atravesando paredes. No le tenía miedo a morir, era algo que había aceptado que pasaría en aquel momento, pero sí le tenía miedo a que aquella cosa la matase de una manera horrible y dolorosa. Cerró los ojos al notar la oscuridad en su mano, y se resignó a morir.

Pero la muerte no llegó nunca. Lo que si llegó fue la presión en su mano, los cortes, los mordiscos. Y el dolor. El grito de alguien que no identificó sonó demasiado cerca como para que hubieran seguido corriendo. Notó algo en el cuello, en la cara, en el cuerpo. Dolía, pero no quería gritar. Quería ser fuerte, y apretó los dientes con fuerza cuando notó chasquido antinatural. Abrió los ojos despacio, para encontrarse con el monstruo hecho una bola en medio de la calle, continuando con aquellos sollozos. ¿Por qué había parado de atacarla? Podía haberla matado, la lanza se le había caído y…«La lanza, tengo que recoger…» Al bajar la vista al suelo se topó con su mano, llena de sangre. Los cortes y los mordiscos que le había provocado la oscuridad eran una cosa, por imposible que fuera, pero aquel dedo en aquel ángulo fue su mayor preocupación. Necesitaba colocárselo en la posición correcta y entablillárselo cuanto antes, pero volvían a faltarles medios.

Se quedó allí, inmóvil, sin saber reaccionar a nada. Hacía unos segundos no contaba con seguir respirando, y ahora solo podía mirar alternativamente al monstruo y a su mano, sin entender cómo algo podía causar ese destrozo y luego simplemente… ¿sentarse a llorar? Ahora si identificó la voz. Rick. Le miró, con la respiración aún acelerada y una expresión desconcertada en la cara.
—No lo sé. Era oscuridad, y luego empezó a apretar… —le tembló la voz, y se calló unos segundos para que Rick no lo notase—Y luego se partió.
Se llevó la mano a la cara, a donde había notado los latigazos, y aunque no le sorprendió notar sangre tampoco le hizo gracia. Si apenas se habían podido curar las heridas de las espinas, aquello...  

Recogió la lanza del suelo, con cuidado de no rozar el dedo roto, y se la tendió a Rick. Iba a ser mejor que la llevase él, pero se negaba a ir perdiendo más armas por la ciudad. Ya bastantes peligros tenían. Asintió a su afirmación de irse y buscarles. El torreón podía estar más cerca, pero se negaba a volver sin Serena o sin la comida, cualquiera de las dos.
—¿Sabes hacia dónde han ido? —Kalna les había perdido cuando se giró, y esperaba que al menos Rick hubiera visto en que dirección habían corrido.
Parecía que no del todo, porque hablaba en supuestos, pero la idea del faro le pareció tan buena como cualquier otra. Agarró mas fuerte el escudo y echó a correr tras Rick.

Sigue en el Faro

Ares les sobrevoló para que localizarle en la primera calle amplia que encontraran nada más salir de los bajos fondos fuera fácil. No volaron muy alto para que la altura no les separase de Kimbra y Ámarok, permitiendo que cualquier hechizo que casteasen Irianna o él pudiera llegar también a la rakshasa y viceversa. Fuera del ejército Jace no usaba tanto la magia como para tener nada mejor en lo que gastarla, asi que recibir un bocado en su recarga no le apenaba. Si acaso aquella situación la requería incluso más.

Tras bajar de su montura el dullahan esperó a las órdenes de Irianna de brazos cruzados, apoyado contra el cuerpo del animal. Tener refuerzos le provocaba tanta seguridad como inquietud, y aunque venía siendo consciente de la naturaleza del caso desde que su amiga les había contado todo con máxima seriedad, ahora es cuando empezaba a sentir realmente su magnitud. Para apaciguar cualquier nervio se sacó un cigarro del bolsillo superior de su chaqueta y lo encendió con una runa que había anclado a la punta del papel antes de liárselo para que prendiera solo. El humo del tabaco se mezcló con el de su cuello antes de expulsarlo.

“¿No ves a nadie más?” dijo abandonando su comfort sobre las plumas de Ares para ver mejor el edificio que la nebulomante les señalaba. “¿Ni siquiera a los secuestrados? Eso… ¿eso es bueno o malo?”

Si aún estaba preparando el ritual significaba que aún no había hecho lo que fuera que quisiera hacer con sus víctimas, o al menos no con todas. Lo mismo no las necesitaba vivas, pero prefirió ahorrarse el fatalismo para sí. Jace no era el cerebro del grupo (sorprendentes declaraciones, lo sé) y visto que esto era mucho más delicado que perseguir a una persona mohosa no cometería la imprudencia de lanzarse de cabeza -o de cuello- contra la casa sin recibir antes la órden de como y cuando.

“¿Dónde está y cómo entramos? ¿Tiene sótano? ¿Reventamos el techo y le caemos encima?”